Cuando corre de boca en boca, en los círculos y corrillos donde la gente comenta los hechos que les afectan profundamente, que les causan tanto sufrimiento y dolor. Cuando arrodillados dejan ante ti, su intimidad que se debate frente a la realidad y el reclamo de su conciencia. Cuando dejan entrever su angustia… y la rabia que les causa verse burlados, frustrada su esperanza… cuando uno escucha a gentes de todas las edades preguntándose lo mismo… ¿todo se puede justificar?
La clase política de este País está obligada a ser leal con el Soberano y las declaraciones públicas, que pudieran entenderse como sacadas de contexto por los medios, no tener el tono que roza con la burla y mucho menos con la percepción de una población compuesta por personas incapaces de percibir lo que tratan de esconder.
Declaraciones como las que en alguna ocasión se han leído en la prensa: “la corrupción que se da en los partidos es la misma que hay en la sociedad”. Tamaño dislate en boca de un político es la confesión fehaciente de un intento de justificar lo injustificable. Por más que nos digan que no es la totalidad, caso tras caso, va poniendo en evidencia lo que se pretende tapar con el recurso de querer calificar a la población, que es la sociedad, como corrupta y que los partidos, al fin y al cabo, no son sino el reflejo de dicha realidad.
Semejante afirmación es insultante, descalifica a quien la pronuncia y la hace indigna de ostentar la representación que aquellos que la eligieron para llevar a cabo una encomienda que desborda los intereses de un partido, sea de la tendencia que sea, pues trata de justificar lo injustificable. La conducta de un elevado sector político y gestores de la economía española ha perdido el sentido de la honorabilidad, de la honestidad y la conciencia, si es que alguna vez la tuvieron, de ser servidores del Pueblo, que detenta el Poder y que está en su derecho de ejercerlo para apartar de los puestos de responsabilidad a los que considere, no solo incapaces, sino deshonestos y no debe soportar ni permitir declaraciones que justifiquen la descomposición interna de los partidos, que o se regeneran y son honestos, o quedarán en la cuneta, dejados allí por no estar al servicio del bienestar de la población.
No todo es justificable y mucho menos con argumentos tan poco fundados como los que se han dado a la luz pública en estos días. La corrupción de un sector de los políticos no es la consecuencia de una sociedad corrupta, sino expresión del olvido de las obligaciones que los que fueron electos por el Soberano ha declinado. Todo no es justificable.
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