"Jesús es nuestra paz, que hizo de los dos pueblos uno, derribando el muro de la separación, la enemistad"

(Ef 2,14)

La paloma símbolo de la paz. Noé la metió en el arca; pues la paz va dentro. La paz ha de alojarse en tu corazón. Ese es su clima, su atmósfera.

La paz se inaugura en el interior. Es imposible hacer la paz fuera sino gozas en tu corazón.

Los comienzos son muy humildes, insignificantes, diminutos. En lo pequeño, en la nada va el todo. En la pequeña semilla va el robledal, el trigarral. En tu humilde silencio, en la nada, en el vacío que es tu silencio va toda la paz, toda la luz, todo el amor.

Deja que se dilate, que se expanda y eclosione. Será como un estallido de luz, como una maravillosa revelación del amor.

El mundo mejora si tu permites que la semilla de amor madure en tu interior.

Si se activa la paz en tu corazón colmará, influenciará en el mundo, en tu entorno, como una rosa que al estar colmada nos regala su aroma, como la nube que nos regala su agua. La manera de ejercer una influencia pacificadora no es las meras palabras sino la paz que rezuma tu corazón y que todo lo va impregnando de gracia y de bondad.

Irradiarás lo que se alberga dentro: amor, luz, paz, serenidad. Esa atmósfera interior armonizará el exterior, reorquestará la vida entera en su diversidad.

La paz como el sol no es un asunto privado alcanza a todos, contagia, seduce y enamora. Tampoco es un asunto privado el silencio. Siempre tiene una resonancia social, cósmica. "Mi padre es como el sol, sale para todos".

"El desarme general" de bombas atómicas, nucleares, de destrucción masiva no garantiza la paz mundial. Es el desarme del ego, de ambiciones, de codicias lo que asegura la paz en el territorio interior, y en la geografía exterior, en todos los territorios de la tierra.

El silencio es el sendero de la paz.