“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si se pierde?”

 Lc 9,25

Silencio humano, tan humano que es divino.

Porque favorece germinar, madurar por despojo, y no por acumulación.

Porque incorpora a una comunión cósmica y entramos en otro paisaje, en otro universo.

Porque nos integra y hace solidarios, y ya no hay asuntos privados.

Porque se intuye y adivina un subsuelo y un yacimiento íntimos que todo lo trasciende.

Porque da la oportunidad de vivir sin fantasías ni deserciones.

Porque vuelve fluida nuestra vida al deshacer las durezas, las resistencias, y al “derrumbar los muros de separación”.

Silencio humano, tan humano que es divino.

Porque ejerce energías misteriosas, ocultas, vírgenes, sin contaminar el manantial interior de la vida.

Porque trasciende la cultura del beneficio, de los utilitarismos y de las expectativas.

Porque en lugar de ejercer el “ego” se pone en circulación la vida del Reino.

Porque no hay ninguna subvención que patrocine la aventura espiritual.

Porque abre camino donde el camino parece imposible.

Porque margina los ritmos intoxicadores.

Porque no es un instrumento de poder, ni una herramienta pragmática, sino que es docilidad a la voz del Amor derramado en nuestros corazones.

Porque es un golpe mortal y un alto al fuego a todos los impulsos encaminados a hacer fortuna y lograr el éxito.

Silencio humano, tan humano que es divino.

Porque es tierra de insumisos e inconformistas que no se acomodan a lo establecido.

Porque la vida se celebra en el misterio del silencio sin que haya sobresaltos egoístas.

Porque nos vuelve porosos, libres y subraya lo que el ruido del “ego” niega: el don, la ofrenda, la gratuidad, el vivir por nada.

Porque es un camino de reinserción en lo cotidiano.

Porque en él se respira toda la paz, la belleza y la armonía.

Porque en él la vida no es un problema a resolver sino un misterio que hay que aceptar.

Porque su desembocadura es la anchura sin márgenes.

Porque es la aspiración a la “Palabra”.

Porque es la apuesta por el “Absoluto”.

Porque en esta peregrinación al corazón nada hace a Dios deudor nuestro.