¿DÓNDE ESTÁ EL DIOS DE LOS JUDÍOS QUE ACABA DE NACER?

(Mt 2,2)

 

El interrogante viene de la duda, de la confusión, del caos, de los cataclismos de la historia. Y esto es lo que despierta y pone al hombre en estado de alerta.

Nos cuestiona la necesidad, la angustia, la pobreza, la asfixia.

No viene la pregunta de un estado de saturación, de la sociedad del bienestar. Ahí, en esa atmósfera de satisfacción, no se desencadenan esos interrogantes. Más bien cualquier cuestión queda sofocada. La hartura estrangula cualquier intento de interrogación.

Y el caso es que Él viene a través de los dramas, de las ruinas, de las horas en baja forma, de las desdichas o mejor a pesar de ellas. Como si el camino del caos fuera el sendero de la luz. "Hágase la luz y la luz comenzó a brillar". Es como si las ruinas, la angustia extrema, fuera el vehículo de su venida. La encarnación toma el camino del humilde, de lo quebradizo, de lo frágil.

Por eso no viene sólo por el "pesebre". Viene, felizmente, por cada situación. Nace en el pesebre vacío. Y anuncia que nace en el hombre vacío de poder, vacío de bienestar, vacío de saber y de tener.

La respuesta todo lo puede trastocar. Como un terremoto que cambia la geografía, el paisaje, el curso de los ríos, la venida de Jesús cambia, también, y sobre todo el paisaje íntimo, la mirada, el curso del río de la historia.

Dios puede venir a ti si te sientes interrogado. Pues Dios se sale de lo acostumbrado, rutinario, de la idea preconcebida; Dios no se deja encerrar en una tierra, en una raza, en una cultura, en una etnia, en un templo.

Tu corazón está lejos de la Navidad si crees saberlo todo, si tienes respuesta para todo, si buscas en los libros, en la erudición, en los ordenadores programados; si esperas que la respuesta venga de una cultura, de una civilización, de una religión. Si te has domiciliado en esos territorios eres un extranjero de la Navidad.

La respuesta es imprevisible, es insospechada. Viene del silencio, de una "corazón callado y tranquilo, como un niño recién amamantado, y en brazos de su madre".

La respuesta de esa Palabra sólo vibra en una pulcra escucha. Y es que la Palabra no es en verdad Palabra al salir de los labios. Se vuelve Palabra al ser acogida en el silencio.

 

Fr. Moratiel