DAME TU CORAZÓN - Dice Dios-

Prov 23,26

La verdadera relación favorece el encuentro con lo más íntimo, con lo más hondo de ti mismo, y es por eso que es imprescindible hacer una travesía, horadar las diversas capas, los estratos que ocultan el corazón, lo que enmascara  y disfraza. Una relación auténtica va precedida de una relación íntima contigo mismo. Y el encuentro entonces es como un reto, como un desafío donde se trascienden desconfianzas, inseguridades, como  burladeros tras de los cuales te escondes.

Dame tu corazón”. Pero antes da lo que te recubre: tus escombros, los cascotes que lo tapan, las máscaras que te ocultan, el miedo que te ensombrece y hasta la violencia con la que disimulas tu inseguridad.

Dios no pide tanto tus objetos, tus reconocimientos, tu prestigio, tus logros, tus proyectos, tu epidermis. Dios te pide a ti, lo más genuino y original de ti mismo, lo autóctono. La oración así se vuelve vínculo. acercamiento, aproximación, contacto, unión, comunión.

Hay a veces vacío, depresión, tristeza, por estar separado, desunido, excomulgado y marginado de dentro, expulsado del jardín interior. La verdadera oración se inaugura al volver a ti, al regresar a ti. Una oración que se vuelve ofrenda de ti, de tu ser. “Tomad y comed”. Es un ofertorio.

Dios no está para servir nuestra fantasía o nuestro mundo emocional. Tú eres el que te pone al servicio de lo absoluto. No, no confíes tu corazón a la sociedad, a ninguna institución, confía tu corazón a Dios. La oración silenciosa es don de todo.

La oración silenciosa se lleva por delante realidades amadas, conveniencias, costumbres, que son como caparazones que amenazan con ahogar y asfixiar y paralizar el corazón. El apego a todo eso puede frenar el ritmo íntimo. No puede uno por menos de abandonar formas y rituales sofisticados, excesivamente majestuosos que nos distraen de lo seminal, de lo medular. Ofrecerse hasta echarse de menos uno mismo.

Dame tu corazón”. No te distraigas de él corriendo tras de lo que le enturbia, le encierra, tras de la cortina que le oculta. No dependas de nada, sólo de ti. Sólo de dentro. Lo de fuera enloquece y aniquila. Lo de dentro enamora.

Allá en los latidos del corazón se sienten y se dan los latidos de Dios, del cosmos y no se echa en falta nada. No hay ausencia de nada y hay plenitud del todo.

Dame tu corazón”. La única ayuda para vivir esta ofrenda es el silencio, el despojo, el vacío. Dame tu corazón después de ensimismarte en el misterio de la eternidad y de la paz infinita, alejado de lo fugaz. El corazón tiene razón. Es luz. Nadie lo vence. Es la victoria de un amor hecho don.