CUANDO TODO SE AQUIETA

Estamos tan ocupados en hacer cosas, estamos tan ocupados en proyectar y en hablar, que realmente la vida nuestra se puede volver unilateral y eso no sería hermoso, no sería equilibrado, no sería armonioso.

 

Como sugiere esa expresión típica castellana, todas las cosas tienen dos lados. Decimos: por un lado… tal, por otro lado… cual. Por un lado y por otro lado. Realmente hay un lado de acción, efectivamente y no contradice nada de esto que estamos comentando, pero también debe haber un lado silencioso. Un lado de actividad, de trabajo, de acción, pero también un lado realmente de silencio, un lado en el que la interioridad esté al descubierto y esté abierto y esté lleno de fluidez, digamos también, un lado en el que se cuide esa soledad, porque es ahí donde puede manar la libertad, esa libertad que no existe sin soledad y que la soledad puede ser como que la cuna, digamos así, la cuna de nuestra libertad. El silencio, como la cuna de nuestra liberación. Es bueno crear oportunidades para que ese mundo incondicionado, el mundo de la luz interior se nos rebele y se nos manifieste y funcione en nosotros.

 

Es cierto que puede ocurrir que en las horas de silencio también vivamos con la sensación de que un cierto desorden, una cierta confusión se adueña de nosotros, es posible esto.

 

Tan pronto se silencian las cosas más superficiales, es posible que emerja un cierto desorden de nuestra conciencia más superficial, que lo que está en las capas primeras de nuestra superficie pues también haga acto de presencia en las horas de silencio. Es como cuando uno se sienta ante un estanque o un lago. Cuando el agua está quieta todo se percibe, si el agua se agita, el fondo no se percibe, pero si el agua se va aquietando entonces se percibe todo, se percibe hasta el fondo. Pues a nosotros nos pasa una cosa parecida. Cuando se van aquietando las cosas, se aquietan nuestras actividades, nuestras tareas, nuestros trabajos, pero también se van aquietando esas otras capas que nos acompañan de nuestra superficie y es posible que entonces, si se aquietan, veamos también algo del fondo, seamos conscientes de algo del fondo. Pero es imprescindible que todo se aquiete.

 

Lo que ocurre que cuando dejamos la actividad en la exterioridad,  pues otra actividad en nosotros puede surgir, es decir, se va desencadenando, se va manifestando una cierta actividad de nuestra conciencia emocional, de nuestra memoria, de nuestros recuerdos y es posible que en las primeras horas, uno experimente como un cierto estremecimiento, porque se vuelve consciente un mundo que teníamos casi, casi… no ignorado, pero si olvidado. También eso se ha de aquietar. Lo importante es que cuando eso ocurre, nosotros no tengamos prisa por interpretarlo. No tengáis prisa por interpretar… eso que en el silencio, viene a hacernos una visita. No tengáis prisa por cambiarlo. A veces creo que no hay que tener prisa por cambiar nada. Siempre que tenemos prisa por cambiar algo, en el fondo estamos quizás… huyendo. Decíamos que no hay que huir, no hay que escaparse, no hay que marcharse. No tengáis prisa por cambiar, ni tampoco hay porque sentir vergüenza, ni sentirse culpables, ya no hay que sentirse culpables, ni avergonzados. Culpables y avergonzados de nada. No hay que juzgar nada, sólo hay que… si acaso… mirarlo. Mirarlo como miramos una nube o miramos la lluvia que cae cuando llueve o vemos un relámpago. Todo eso puede ser parte de nuestra existencia y no hay porque sentir ningún apuro, no hay porque sentir ningún escalofrío, eso nos ha acompañado y posiblemente con ello seguiremos viviendo. Posiblemente. Y quien sabe si nos irá abandonado en la medida que lo sepamos mirar así.

 

Quizás las cosas nos abandonan cuando las sabemos mirar así, sin hacer ningún juicio, sin hacer ninguna condenación, sin disponerse a escapar, sino sencillamente, mirarlo.  Es así como quizás todo se vaya aquietando. Quien sabe si es así, como el fondo de la vida se nos irá haciendo presente. El fondo se nos rebela cuando todo se aquieta, cuando se todo se sosiega y fijaros que el fondo es que el da el color propiamente al agua, el color del fondo del estanque, el color del fondo de un río, el color del fondo de un lago, de un recipiente, el fondo…es de alguna manera el que da el color. Cuando todo se va sosegando, ese fondo de la vida, es el que da el color a la vida, el fondo de la vida es el que da el color a nuestro vivir. El fondo de Dios, el fondo de la divinidad, el fondo de Jesús en nuestro corazón, es el que da el tono del evangelio a la existencia nuestra.

 

J.F. MORATIEL

 

- Extraído de un encuentro.