VIVIR LAS COSAS ENTERAMENTE

 

 

 

 

 

SALMO 64, 7-14

 

Con tu fuerza afirmas los montes,

ceñido de tu poder;

Aplacas el furor de los mares,

y el estrépito de las olas,

y el tumulto de los pueblos.

 

Temen tus prodigios los habitantes de los confines,

y haces exultar las salidas de la mañana y de la tarde.

Tu visitas la tierra y la colmas,

en mil maneras la enriqueces.

Con grandes ríos y abundantes aguas

preparas sus trigos.

 

Pues así lo dispones:

Regando sus surcos, allanando sus terrones, temperándola con la lluvia

y bendiciendo sus gérmenes.

 

Coronas la añada con toda suerte de bienes,

y tus sendas destilan abundancia.

Chorrean los pastizales del desierto,

y los collados se ciñen de alegría.

 

Vístense  las praderías de los rebaños de ovejas,

y los valles se cubren de mieses.

Se lanzan gritos de júbilo y se canta.

Se canta en este salmo la bendición. Que es la vida.

 

Vivir ya es una maravillosa bendición. Una bendición que está presente en todo el cosmos, en toda la tierra. A veces, ingenuamente, nosotros pensamos que somos los únicos seres vivos del cosmos… somos los señores, los dueños… de esta tierra y de esta creación. Pero quizás tengamos que ir advirtiendo que nosotros compartimos la vida con todas las cosas. Somos familiares y hermanos y amigos de toda la creación. Familiares del árbol, del río, del mar, del agua, de una fuente, de una flor.

 

Saber compartir la vida es respetar la vida, saber compartir la vida es alabarla y es… realmente, bendecirla a su vez.

 

Esta vida, en la creación, es como una expresión del dinamismo, es como una manifestación de la anchura… de la profundidad de Dios, que es la plenitud de la vida. Y por eso vivir no es adquirir nada, vivir no es lograr nada. Vivir no es adquirir ningún título, vivir no es adquirir ningún diploma, no es adquirir absolutamente nada.

Nosotros no somos los dueños de la vida, porque la vida no se adquiere, no somos los señores de la vida, porque la vida no se conquista. En realidad nosotros no poseemos la vida, es la vida la que nos posee a nosotros, como nosotros no podemos poseer a Dios y a veces… ¡que empeño tenemos en poseer a Dios!

Realmente, ¡nosotros somos los invadidos por la vida!

¡Somos los inundados de la vida!

¡Somos los colmados de la vida!

¡Somos los bendecidos por la vida!

¡Somos los conducidos por la vida!... Si queréis.

 

La vida nunca es lo que se adquiere. Ninguna cosa que se logra en esa existencia nuestra, ninguna cosa que se conquista, ninguna cosa que se logra, que se desee… nada de eso es la vida.

Propiamente la vida precede a todo lo que se logra, propiamente la vida precede a todo lo que se puede tener, la vida no es lo que se tiene, la vida precede a todo lo que se hace, la vida precede a todo lo que se adquiere, la vida precede a todo lo que se puede conquistar.

 

Es un maravilloso privilegio el sentirse vivo en este mundo; pero sentirse vivo en este mundo en esa perspectiva, pues significa sentirse lleno de libertad y lleno de seguridad, porque la vida no la adquirimos, no la conquistamos, no somos dueños nosotros de ella.

 

Es cierto que nosotros tenemos necesidad de esta corporeidad, es un cuerpo el que tenemos, y gracias a nuestro cuerpo podemos relacionarnos ¡con tantas cosas! Nos podemos relacionar con el color, con el sonido, con la música, con la forma, con una fragancia, con un perfume… todo nos llega a través de estos sentidos… ¡Qué poco todavía sabemos de nuestros sentidos! Porque los caminos de nuestros sentidos nos son todavía, en gran parte, quizás desconocidos, porque los tenemos reducidos a veces a la mínima expresión. Pero lo cierto es que la vida, en muchas de sus dimensiones, llega a nosotros a través de nuestra corporeidad, a través de nuestra sensación, a través de nuestros sentidos, por eso es tan importante cuidar nuestra sensación, cuidar nuestro cuerpo, para que realmente nuestro cuerpo sea un cauce lleno de pureza, un cauce lleno de limpieza, para que la vida de este cosmos, la vida de la creación, nos alcance y nos toque.

 

La capacidad de sentir, de nuestro cuerpo, cambia cada día. Nosotros sentimos la vida, en una gran parte, a través de nuestro cuerpo y de alguna manera cambia cada día nuestro sentir. No todos los días sentimos lo mismo, cambia nuestro sentir como cambian las estaciones. Las estaciones se van sucediendo, también nuestro cuerpo disfruta de unas estaciones y un día sentimos una cosa y otro día sentimos otra, es una sucesión maravillosa la que se vive en nuestro cuerpo. Pero en nosotros hay una dimensión que es nuestra memoria, nuestra mente que busca fijar y retener lo que sentimos. Nosotros quisiéramos sentir siempre este gozo, quisiéramos darle continuidad a las cosas gratas, quisiéramos prolongar lo que nos resulta gratísimo, quisiéramos de alguna manera fijarlo. No nos damos cuenta que querer fijar algo es querer… la muerte. La muerte es la que todo lo fija, la muerte todo lo cristaliza. Lo mejor es dejar que eso pase… que todo se acabe, que se acabe cada experiencia, que se acabe cada sensación, que se acabe cada experiencia en nuestra relación también, cada experiencia ante cualquier acontecimiento, porque siempre que todo se acaba es cuando todo puede inaugurarse de nuevo, cuando todo acaba todo puede comenzar, cuando todo concluye todo puede iniciarse de nuevo y por eso es maravilloso el aprender a vivir las cosas enteramente, vivirlas sin que deje en nosotros nada.

 

También el silencio, la meditación, la atención, el darnos cuenta, es realmente maravilloso en este sentido.

J. F. Moratiel             

- Extraído de un encuentro.