LA MADRE QUE PERDIÓ A SU HIJO

 

 

Recuerdo una leyenda. Dice que era una madre que había perdido a su hijo y estaba tan acongojada, tan sobresaltada, tan entristecida que no pudo por menos de investigar, preguntar, de buscar alguien que hiciera milagros y que de alguna manera le pudiera devolver a su hijo. Y se enteró de que había una persona que vivía en la soledad de la montaña y que hacía muchos milagros; entonces esa mujer fue a él. Y poco menos que le exigió que le devolviera a su hijo.

 

Aquel hombre dijo:

-pues sí, yo te lo puedo devolver, con tal de que me traigas, del pueblo, arroz de una casa en la que no haya habido ningún difunto.

 

Y dice la leyenda que fue muy contenta, porque dijo: esto está hecho.

 

Pero, ¿qué paso?. Pues que fue y empezó a preguntar y la gente le daba arroz, porque era uno de los cultivos clásicos en aquel territorio, pero cuando decía:

- por favor y ¿ha habido algún difunto?

 

Resulta que en todas las casas había habido algún difunto. En unos se había muerto el abuelo, en otro pues un hijo también, en otro pues el marido... Recorrió el pueblo y no encontró arroz, en una casa que no hubiera habido ningún difunto.

 

La leyenda dice que como todavía era mediodía, pues fue al pueblo próximo y también hizo un recorrido y... ¿qué le pasó?... pues igual!. En todas las casas le daban arroz, pero en todas había habido un difunto. Entonces ella... estaba ya atardeciendo, fue corriendo al ermitaño y le pidió que por favor le dejara... le permitiera... le diera un prórroga, que le dejara hasta el día siguiente, porque no había encontrado todavía...

 

Y el ermitaño le dijo:

-sí, sí... tienes todo el día de mañana.

 

Fue al tercer pueblo, lo recorrió y le pasó igual, no encontró arroz de una casa en la que no hubiera habido ningún difunto.

 

La leyenda dice que en aquel momento, ella cayó en la cuenta.

 

Pues es lo común, es... lo de todos. Entonces dice la leyenda que fue al ermitaño y esta vez ya no le pedía, no le reclamaba, no le exigía que le devolviera su hijo, sino que le pedía que le enseñara el camino de la vida.

 

 

 

Aprender el camino de la vida es un poco aprender lo que sugiere Jesús, edificar la vida... no sobre algo frágil y endeble como es nuestro cuerpo, sino sobre algo realmente consistente, duradero.