MIRARSE EN EL ESTANQUE

 

 

Cuenta una leyenda que nada más formar los dioses a los hombres, éstos fueron preguntando por ellos mismos: decidnos, ¿quiénes somos?

 

Y los dioses les mandaron mirarse en un estanque; ellos estaban asombrados: veían su cara, se reconocían. Ellos iban muchas veces a mirarse; pero pasando el tiempo ellos veían que les salían arrugas, el pelo se les caía...

 

Volvieron a los dioses: Decidnos ¿quiénes somos? ¿nos habéis hecho así? Vamos envejeciendo, el pelo se nos cae. Y contestaron los dioses: ¡No hombre no!; no basta con miraros en el estanque; id más allá, entrad en vuestros pensamientos, en vuestras emociones.

 

Y dice la leyenda que empezaron a hacer este trabajo; pero todavía era más costoso y más duro ¡Los pensamientos eran tan dispares...! Un día sentían una cosa, otro día, otra y aquello les dejó con mayor sobresalto.

 

Volvieron a los dioses: ¡Estamos desconcertados!, hemos hecho nuestro trabajo pero no pensamos siempre igual, no sentimos nunca lo mismo. Los dioses les dijeron: ¡no, no!, todavía no habéis hecho bien el trabajo, tenéis que ir más allá, hay que ir más allá de las emociones, de los pensamientos, de los sentimientos más hondos. Todos fueron a hacer este trabajo de maravilloso silencio y accedieron a toda la luz y a toda la paz.

 

 

La serenidad y la calma florecieron en sus corazones.

"¿Quién es el hombre?" El que llega dentro podrá decírnoslo, el que llega a lo profundo de sí mismo; llegando encontrará la eterna estabilidad, el eterno sosiego. Nuestro silencio que es un buen despojo, puede ser el camino para acceder a la verdad que somos.

Es dentro donde Dios nos la va a mostrar.

Cada uno es responsable de sí mismo.