SIN AFÁN DE UTILIDAD

 

 

Era un monje, un ermitaño que recibía a la gente y les enseñaba a orar en silencio.

 

Un día salieron de paseo. El grupo salió de paseo y atravesaron una zona donde había un bosque y... cual no sería su sorpresa que cuando llegaron al bosque... y el bosque estaba totalmente talado. Todas las hayas, todos los robles, todos los pinos estaban talados... menos un árbol que había en el medio del bosque. Y aquello les llamó la atención. Todos los árboles talados menos un árbol.

 

Y entonces se preguntaron ellos: ¿y porqué no habrán talado este árbol? ¿porqué no lo habrán cortado, han dejado ahí sólo un árbol?

 

Y dice que al fondo del bosque estaban los madereros y entonces el ermitaño les dijo: oye, pues aquí lo mejor es preguntar. Vamos a preguntar, ¿porqué no han cortado este árbol?

 

Y dicen que fueron allá unos del grupo y les preguntaron: ¿porqué no habéis cortado ese árbol que está en medio del bosque?

 

Y los madereros les dieron esta explicación: es un árbol inútil. No sirve para nada. Tiene tantos nudos, que es imposible hacer un mueble con él, no se puede hacer una mesita, ni una mesa, ni una puerta, ni... no se puede hacer nada con él. Ningún ebanista puede hacer nada con él, porque tiene tantos nudos que son como piedras. No sirve ni para la lumbre, porque tiene tantos nudos que echa un mucho que es que no hay quien lo soporte, o sea que aquí lo dejamos. ¡Que se pudra!

 

Y cuando volvieron aquel grupo de gente que iba con el ermitaño y le contaron esto, dicen que el ermitaño estuvo así... como suspenso un poquito y les dijo: Oye, pues, sabéis una cosa ? pues... yo creo que tenéis que ser como ese árbol inútil. Ser unos inútiles, porque sino todo el mundo querrá aprovecharse de vosotros.

 

 

 

Y es verdad. Todo el mundo quiere servirse de la persona que ofrece algunos servicios, alguna utilidad. Pero el que es inútil, todos le dejan en paz. Es un inútil. Pues hay que ser unos inútiles en este mundo. No pasa nada. Pero nosotros queremos ser útiles, ese es el asunto. Eso es lo que nos pierde a los humanos. Queremos ser siempre útiles, tener una ganancia, tener un provecho, ofrecer un servicio.

Y la verdad es que Dios ha creado este mundo... pues, sin ningún afán de utilidad.