"LA HOJITA" marzo - 2.008

En el N. 48 que corresponde al mes de Marzo de 2008 se incluye, en portada, el siguiente artículo:

LUZ Y TINIEBLAS

Entre las innumerables y hermosas manifestaciones que nos ofrece la naturaleza en la austera y bella cumbre de la Peña de Francia, no es la menor de ellas, la lucha o el juego -de las dos maneras se puede interpretar-, que la luz solar nos ofrece ciertos días del año, tratando de atravesar el espeso manto de la niebla que cubre celosamente la montaña.

 

La niebla suele llegar al caer la tarde cuando el sol va perdiendo su fuerza: unas veces lentamente, en sigilo; otras con agresividad, aliada con la fuerza del viento. La niebla penetra y se apodera de todos los rincones y resquicios de la montaña. La niebla oculta los caminos, desorientando a los caminantes, e invade de añoranza y soledad al alma humana.

 

El encuentro de la luz y las tinieblas, en ocasiones es como una lucha sin cuartel. El astro rey sufre el rechazo frontal de la espesa niebla compacta, no quedándole otra opción que una retirada silenciosa en la espera de un nuevo amanecer. Otras veces, el encuentro de la niebla y el sol,  pareciera un juego amistoso, donde ambos se cortejan en unas hermosas danzas de claros-oscuros bellísimos... Y si es al caer la tarde, el juego de los colores rosados del sol que se despide, y los plateados de una tenue niebla movida por una ligera brisa, ofrecen un hermoso e inigualable espectáculo.

 

Pensamos una vez más, que la naturaleza es símbolo y espejo de la vida  humana. A nuestros momentos exultantes de luz, de alegría, de salud, de amistad..., les suceden otros, de oscuridad, de tristeza, de enfermedad, de fracaso... A veces las tinieblas se apoderan de tal forma de nuestra existencia que apenas vemos salida para escapar del callejón oscuro donde nos encontramos. Buscamos la luz, pero el nuevo amanecer tarda en llegar. Hay también ocasiones, en que el enfrentamiento con las dificultades y problemas de la vida, es como un reto, como un juego; nos deja las vivencias y las fechas más hermosas e inolvidables de nuestra existencia.

 

En los relatos de los evangelistas sobre el momento de la muerte de Jesús en la cruz, nos dicen: "que llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona" (Marcos 15,33). Con toda certeza ha debido ser la oscuridad más profunda que ha habido en toda la historia de la humanidad: el Señor de la Vida y de la Luz, se sumergía en las tinieblas de la muerte. ¡El misterio supremo de todos los misterios!

 

Tenemos también la certeza a través de nuestra fe, que la oscuridad más profunda, fue atravesada y vencida de inmediato por la luz más intensa que jamás haya existido. Y desde que el Señor de la Vida ha cruzado el callejón del sin sentido de la muerte, sabemos que cualquier tiniebla puede ser vencida, que detrás de cualquier noche oscura hay una mañana radiante de luz.

 

Algún peregrino, cuyos pasos vacilaban en medio de profundas oscuridades, dejó escrito en nuestra montaña, la siguiente oración: "¡Oh Señor de la dura agonía, de la voz sedienta y áspera, que morías en tinieblas en la soledad del cerro! Dame la fuerza de esa luz que rasgó los velos negros, abrió caminos en desiertos, y recuperó brillantes luceros".