"LA HOJITA" marzo - 2.010

En el N. 56 que corresponde al mes de Marzo de 2010 se incluye, en portada, el siguiente artículo:

“ÁNIMO YO HE VENCIDO AL MUNDO"

 

Los acontecimientos recientes del mundo en que vivimos, a una buena parte de la humanidad  nos están dejando una profunda sensación de desamparo y orfandad. Crisis económica, desempleo galopante, cambio climático, catástrofes naturales con tantas dificultades para aliviarlas, guerras interminables… Solemos mal-consolarnos, diciendo, que estas cosas siempre han sucedido. Quizás sea cierto. Pero hoy día todo sucede muy rápido, y como decía una bella canción poética a propósito de los viajes espaciales: Sube hasta el cielo y lo verás que pequeñito el mundo es…, (frágil) como una bola de cristal. Si no lo cuidamos para poder vivir todos, se abren cada vez las posibilidades de una catástrofe humanitaria sin precedentes. Otra de nuestras canciones nos advertía con razón: o aquí hay sitio para todos o no lo va haber para nadie.

 

Muy a la ligera se está desalojando al Buen Dios de nuestra sociedad, quizás como reacción a tiempos no muy lejanos en que queríamos que Él viniera a solucionar los problemas más complicados de nuestras vidas. Evidentemente Dios no está para sustituirnos en las respuestas que tenemos que dar a los desafíos y problemas de nuestra existencia terrena, entre otras cosas porque quiere respetar la libertad, la autonomía y el protagonismo humano con que nos ha creado a semejanza de lo que es Él mismo.

 

Pero llegar a los extremos de una sociedad, que se ha endiosado y encerrado en sí misma, olvidando sus limitaciones y fronteras, nos parece un error muy grave. Mientras los seres humanos no asumamos nuestras carencias, implorando la presencia de Dios para sanar nuestras heridas, será muy difícil que demos un paso adelante: seguirá habiendo guerras, graves injusticias, violencias disparatadas…, y será cada vez más difícil la paz y convivencia en nuestra maltratada tierra.

 

La presencia de Jesús, el Hijo de Dios, en la tierra tratando de ayudar al ser humano en el camino de la verdad y en el auténtico amor, no se puede encasillar como una simple devoción para gentes más o menos piadosas, y mucho menos en un espectáculo de Semana Santa de interés turístico-cultural. Digamos muy brevemente, que su exigente código ético manifestado de una manera muy clara en las bienaventuranzas y en su compromiso con la verdad hasta la muerte, son cosas que tendríamos que tomárnoslas muy en serio. De lo contrario cada vez nos faltará más la luz para seguir caminando por la vida con esperanza.

 

Los amigos de Jesús reunidos con Él en la cena de despedida, debieron sentirse sin fuerzas y desanimados, para enfrentarse sin su presencia con los problemas del mundo del mal. Las palabras que a ellos les dijo, debieran de estar presentes en nuestra vida diaria: …En el mundo habéis de tener tribulación; pero ánimo yo he vencido al mundo” (Juan 16, 33) .