"LA HOJITA" septiembre - 2.010

En el N. 58 que corresponde al mes de Septiembre de 2010 se incluye, en portada, el siguiente artículo:

“LA PELOTA DE TRAPO…”

 

 

Hasta las alturas del Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia, llegan también a diario los horizontes obscuros de la crisis económica. Empezamos a reconocer que una buena parte de nuestra sociedad ha vivido muy por encima de sus posibilidades reales, gastando o consumiendo más de lo que en realidad le correspondía.  

 

Dar marcha atrás parece que no va a ser muy fácil, aunque según dicen los que manejan los entresijos económicos no nos va a quedar otro remedio, pues el país está muy endeudado. Reducir gastos no sólo va a ser difícil para el estado o las grandes instituciones, sino incluso para los ámbitos familiares, donde nos hemos acostumbrado a tener tantas cosas imprescindibles, que no sabe uno por donde empezar a cortar.

 

Volviendo la mirada atrás a los años de las posguerras civil y mundial, recuerdo aquellos partidos de fútbol infantiles, en que los postes de las porterías eran nuestras chaquetas, abrigos y bufandas, el balón era una pelota de trapos viejos; “las botas deportivas”, alpargatas de cáñamo, ó los únicos zapatos de a diario que había que cuidar los más posible, porque los de fiesta, si es que los había, estaban reservados para los días grandes. El campo de fútbol  solía ser cualquier plazoleta de barrio llena de baches. A pesar de “tan pobres y elementales equipos deportivos”, poníamos todo la ilusión por ganar el partido. En ocasiones pienso que jugábamos con mayor alegría y entusiasmo que el que ponen hoy día algunos jugadores multimillonarios.  

 

A los pocos años vino el gran desarrollo económico que trajo consigo la sociedad materialista y de consumo, y equipar deportivamente a cualquier hijo adolescente, supuso un buen desembolso de dinero en la economía familiar. La sociedad imponía sus normas, y si la niña o el niño no llevaban chándal o zapatillas de una de las marcas más en boga, podía haber problemas discriminatorios con sus compañeros y enfados familiares.

 

Espero que no tengamos que volver a nuestras queridas pelotas de trapo, pero si les puedo asegurar que a pesar de tantas carencias, los valores de la austeridad de aquellos años nos fortalecieron y educaron para la vida. Nuestros padres bastante hacían con darnos de comer, vestirnos y educarnos. Lo demás era cosa de nuestra imaginación.

 

En estos últimos años, por una parte, hemos sobreabundado y derrochado muchas cosas materiales, y por otra, hemos abandonado y menospreciado buena parte de los valores espirituales más enraizados en nuestros pueblos. Todo lo cual nos ha llevado a una sociedad más blanda, menos fuerte, más egoísta,  menos honrada… Dios quiera, que la famosa crisis sea tan sólo una oportunidad para hacernos más humanos, más austeros, más disciplinados, más honrados, más solidarios…; y en fin, más buenas personas.