"LA HOJITA" septiembre - 2.016

En el N. 82 que corresponde al mes de Septiembre de 2016 se incluye, en portada, el siguiente artículo:

 

"JUGUETES ROTOS..."

 

         La mayoría de las personas mayores recordamos, que uno de los días de mayor alegría  de nuestra  infancia era el día de los Reyes Magos, cuya fiesta cerraba las fiestas navideñas. Ese día, a pesar del ambiente austero de aquellos años en que vivían  la mayor parte de nuestras familias, nunca faltaba algún juguete que nos hacía sentirnos los niños más felices del mundo.

 

         Al cabo de algunos días algunos de nuestros apreciados juguetes se nos averiaba. Entonces solía a relucir nuestra vocación de mecánicos o costureras Según fuera nuestra pericia reparadora, los juguetes rotos se reparaban o se acababan de estropear. ¡Pero que alegría cuando se conseguía que el cochecito, la pequeña moto, la muñeca de trapo, el patinete... volvieran a acompañar y entretener!

 

         Pasados los años, observamos que una buena parte de las familias actuales, satisfacen los deseos o los caprichos de los niños de la casa, atiborrándoles de juguetes, que apenas disfrutan de ellos; la mayor parte de las veces después de curiosearlos en los primeros momentos, los abandonan o los rompen con indiferencia o aburrimiento.

 

         Una reflexión semejante podríamos hacer del ambiente que se vive en nuestra sociedad materialista y consumista. Se quiere gozar y disfrutar en incursiones alocadas y peligrosas, sin limitaciones, a tope, como se suele decir ahora. El fracaso no tarda en llegar: matrimonios, parejas fracasadas, aumento de depresiones, conflictos y violencia en los hogares, consumo de drogas... Son los juguetes rotos de nuestra sociedad; caminan perdidos por la vida, refugiándose en placeres momentáneos que dejan más ansiedad que satisfacción, para evadirse y no asumir la realidad cotidiana.

           

         No es fácil recomponer tantas vidas rotas, cuando la tentación de lo fácil y efímero sigue acechándolas de continuo. Buena parte de nuestra sociedad apenas asume en su conciencia unos principios morales que le ayuden a elegir lo bueno y alejarse de lo malo. Solo hay una norma: hago lo que quiero independientemente de si lo que realizo beneficia o perjudica a los demás, incluso a mi mismo.

 

         En los tiempos de nuestra formación cristiana, escuchamos un dicho que nos puede valer para terminar esta reflexión: Sin disciplina no hay ser humano, sin penitencia no hay cristiano. Sin dominio de uno mismo nos podemos convertir en juguetes rotos de difícil arreglo.