"LA HOJITA" diciembre - 2.016

En el N. 83 que corresponde al mes de Diciembre de 2016 se incluye, en portada, el siguiente artículo:

 

"TU ROSTRO BUSCARÉ SEÑOR"

 

        

        Quizás no haya imagen más adecuada para asumir el pensamiento de bíblico: No me escondas tu rostro..., que esos días en los cuales la Peña de Francia aparece envuelta en un manto de espesa niebla, sin que apenas reciba la luz solar; el amplio y bello horizonte, que desde lo alto de la montaña solemos contemplar, desaparece por completo envuelto en una grisácea penumbra.

  

         En algunos momentos de nuestra vida también imploramos de la presencia de Dios, que las espesas nieblas de nuestro espíritu nos esconden su rostro bondadoso en una oscuridad impenetrable. Clamamos, y parece que nuestras suplicas se diluyen y acaban perdiéndose en un impenetrable silencio, sin escuchar respuesta alguna.

        

         Aún así, trataremos de ser perseverantes en nuestra suplicante plegaria: ¡No nos escondas tu rostro Señor! Porque entonces perderemos el sentido de nuestras vidas; no sabremos hacia donde caminar. Quedaremos perdidos en el inmenso y árido desierto de una existencia sin rumbo. ¿Hacia dónde dirigiremos nuestros pasos, cuando los caminos efímeros de la vida son tan cortos y oscuros? Los manantiales temporales de la felicidad terrena apenas apagan nuestra sed, y pronto acaban resecándose nuestros deseos insatisfechos.

        

         Se ha dicho con bastante acierto, que Dios siempre escucha nuestras oraciones, aunque no siempre cumpla nuestros deseos. ¡Cuántas veces después de un sufrido camino de larga oscuridad, ha aparecido la ansiada luz que ha iluminado y dado sentido a todo aquello que no encajaba en nuestra existencia! El ejemplo de Jesús poniéndose en manos del Padre, mientras agonizaba en la Cruz rodeado de  profundas tinieblas, debe ser un estímulo para  que nosotros confiemos siempre en los designios que el Buen Dios tenga sobre nuestras vidas.

         

El misterio más profundo y admirable de nuestra fe es, que el Buen Dios haya querido aposentarse en nuestra tierra, asumiendo las limitaciones de la condición humana. “Se anonadó..., se humilló... hasta la muerte y muerte de cruz”, nos dice S. Pablo.  ¡Que a imitación de María de Nazaret acojamos con sencillez y humildad la presencia de Jesucristo en nuestras vidas! Desde el Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia deseamos que en estos días navideños reine la paz y la concordia en el mundo entero, y muy especialmente en las familias.