En este
verano se agrietan, se resquebrajan nuestras tierras, los rastrojos, los
páramos, hasta los caminos. Es como el grito de la tierra clamando por la
lluvia. Es la tierra deseándose a sí misma, anhelando su fertilidad.
El alma,
de alguna manera hay que decirlo, desea a Dios, desea su ser, se desea a sí
misma. Es el único deseo permitido, el único deseo legítimo. Como tierra que
clama por el agua.
Otros
deseos no son sanos, ni son permitidos. Pues lo que se es ya no se desea.
Nuestro
único deseo permitido y saludable es no desear nada. Todos los anhelos deben
ser agotados y consumidos. En el silencio se agota todo deseo, toda
previsión, todo recuerdo, toda fantasía.
Al desear,
huimos, nos escapamos de nosotros mismos, nos distraemos.
¡Cuántas
veces el hombre se sorprende yéndose de si mismo! Casi, casi se puede decir
que no ha hecho otra cosa que marcharse, partir de su ser hacia otras
tareas, hacia otros proyectos.
Es algo
de lo que significamos al decir de alguien que está “fuera de sí”. En lugar
de estar adentro vivimos en la superficie, en la periferia, en la epidermis
del alma.
Envueltos
en noches, en ambiciones, en deseos, en proyectos, en temores. El silencio
nos hace regresar adentro, es el sendero para “volver en sí”. Es de
compadecer al que vive fuera, perdido en la exterioridad.
El
silencio nos limpia de inscripciones, de sombras, de fijaciones, y de
cicatrices.
En el
silencio olvidamos lo que pretendíamos ser, lo que soñábamos ser, lo que
deseábamos ser. Olvidamos lo que no éramos, lo que no pasaba de ser una
ilusión.
Día a día
vamos abandonando lo que fantaseábamos llegar a ser, lo que nos proponíamos
alcanzar. Así nos aproximamos a la pobreza de ser. Sencillamente ser. Nada
más que ser. Nada menos que ser. Ser sin añadidos. Ser a secas. Solo ser.
Solo silencio.
Es tan
verdadero el ser que es inefable, indecible y no se puede expresar, pues no
hay voces, no hay palabras en su atmósfera. La atmósfera del ser es el
silencio. Y no hay sitio en el silencio para lo oficializado.
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el alma a Dios a pesar de saberlo invisible. |