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Si eres nómada, viajero de
geografías y culturas, y permites que sus vientos rocen e
impregnen tu piel y llegue hasta la médula de tus huesos.
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Si tu patria y tu casa es el
camino y vives sin domiciliarte, pues así entras en relación
con todas las estaciones de la vida.
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Si te sabes buscado y sientes
que una presencia brota de tu fondo, inefable, inmaculada.
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Si de ti nace una fuente,
como un río donde todos pueden beber y volverse como tú
viajeros y nómadas.
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Si crees que en el más
extraño de los rostros alguien aguarda calladamente
desvelarse, como un amanecer.
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Si en los éxodos cotidianos
sabes que Él está ahí, que tú estás ahí, en las horas de
calma y en el estruendo de la agitación.
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Si nada te retiene y no eres
de nadie prisionero.
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Si redimes la Navidad
perseguida y encarcelada y amas el llanto de su
alumbramiento.
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Si descubres que todos los
latidos, el del mar, el de las estrellas, el del fuego, el
de la tierra entera, es tu latido, un único latido.
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Si olvidas tu edad, tu rostro
y te dejas absorber hacia adentro.
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Si en lugar de inventariar
diferencias te das cuenta que a la luz de tu mirada se van
borrando las separaciones y todo regresa a su unidad
original.