La Encarnación es la promesa, la profecía
de que todo alcanzará plenitud. Por caminos insospechados, todo camina
hacia la maduración. No, no va a ser un fracaso esta creación. No va a
acabar mal esta aventura de nuestra existencia. La Navidad es la garantía
de que todo va a concluir bien.
La Encarnación, Dios entre las manos de María y
Herodes. Y Jesús, justamente hay que verle en su conjunto. No trocear su
misterio; nos quedaríamos sin Jesús. Verle en su totalidad; sin
fragmentarlo. A su nacimiento -pasión- , hay que añadir la
resurrección, la eternidad. Y así nuestra propia vida, pues en su luz
hemos de ver nuestro rostro, nuestro mismo misterio.
El nacer es un don. Y el morir también es una
bendición. Todos los aconteceres son providencia. Donde está Dios no hay
azar, ni casualidad, ni suerte. Todo es gracia y así nuestra vida. La
vida entera está convocada a vivirse como un maravilloso regalo. No hay
que manipular nada, ni domesticar nada, ni elegir nada; simplemente dejar
que todo suceda, y acogerlo y aceptarlo.
La vida avanza como un río. No hay que empujarle para
que llegue antes. El río no se extingue; se funde en el inmenso océano.
La vida en su globalidad alcanza la cima, la cumbre. Y la muerte viene a
ser la culminación. En un poema caben diversidad de ritmos y de versos.
En una sinfonía cabe la diversidad de sonidos y los sonoros silencios. En
la vida caben los altibajos, desde el embarazo, el alumbramiento a la
ancianidad: niñez, adolescencia... la cumbre, los picachos de la sierra
que dejan paso a la meseta. La vejez deja paso a un mar sin costas, a otra
meseta infinita y fértil como un jardín soñado.
Dios ama las estaciones, el cambio, la danza. Nosotros
casi tememos el cambio de ritmo, de los días, de los años, de las
edades. Y hemos de aprender en cada pisada, en cada ahora, lentamente.
Hemos de abrirnos al infinito suavemente, como se abre una flor en la
noche a la luz de la luna.
Lo lírico de la Navidad es inefable. Si somos aliados
de esta fiesta hemos de confiar en que ella, en que su protagonismo
humilde todo lo guiará a buen puerto. No hay lugar para poner en tela de
juicio su éxito, la hermosura del atardecer.
Toda la creación es obra de la dicha. Todos somos hijos
de esa dicha divina. Todo desembocará en el océano de la dicha. Todo va
camino de la dicha. |