Navidad
es don, es ofrenda, es regalo. Navidad es fiesta del dar, Dios sin ego,
eterno amor, eterna bondad, silencio
abismal; sin empeño de poseer, sin afán de dominar o domesticar, sin
necesidad de retener. Dios da sin medida y sin motivo, sin causa, Dios da
por nada. Lo suyo es dar. Dar el Hijo
es darlo todo. |
Navidad
es una inspiración a la ofrenda. Pero nuestro ego se defiende, se
protege, no se rinde, no se deja sofocar. El ego no cede como un
artilugio al pulsar un botón. Hoy
todo es automático, atómico, electrónico, sofisticado,
pero nuestro ego no funciona así, no se para tan fácilmente.
Pasar la vida sin ego es una fiesta, es Navidad. Pero el ego vive el
consumismo estacional de la Navidad y ha logrado hacer de este suceso una
fiesta negra, desenfrenada y aniquiladora.
Y así en lugar del don se ha impuesto la apropiación, el poder,
el ahogo y la asfixia del consumir.
El
ego no sabe dar. Sólo poseer. Ignora la Navidad, no la celebra, no la
festeja, la huye, la margina, la excomulga. Ve la Navidad como una
amenaza para él.
Lo
que propone el ego parece decente, honesto, parece serio y justo y
humano. Esto nos engaña
y desconcierta y confunde. El ego quiere salir con la suya y convierte la
Navidad en un sucedáneo engañoso e ilusorio. En Navidad el ego se ve
desahuciado, por eso inventa mil salidas que le mantengan a salvo.
Navidad
es equilibrio, es belleza, es melodía inefable. Es sencillamente
música, es armonía. El ego se resiste a la Navidad, prefiere el
desorden, el ruido, el caos.
Navidad
es la vida orientada por el régimen del don. La vida se vuelve
ofrenda festiva gracias a Jesús, el Hijo. Sí, es sencillamente
entrega, sin retener nada, sin apropiarse nada. Ni Dios se apropia a su
Hijo. Ese don de Dios es Navidad.
Navidad
es puro amor, pura presencia, puro don, puro silencio. Navidad es
generadora de sosiego y de paz. Logra y hace posible la vida del hombre
sobre este planeta. |