La Encarnación no es
fijación, no es instalación ni establecimiento. Es más bien,
desinstalación, fluidez, movimiento. Jesús no se enganchó a su
condición de Dios.
Hoy todo se cae, todo se derrumba, y se
desmorona: costumbres, tradiciones, estructuras. Pero se sigue buscando lo
perenne, lo duradero, lo imperecedero.
"Tu eres mi todo" para el alma
del salmo 16 Dios ha comenzado a ser todo, su todo, en la medida que
abandonó formas, y hasta su pensar. Las formas encierran, encarcelan. Los
pensamientos, los conceptos encapsulan, infartan y colapsan. Tapan y
recubren lo divino. Y al caer lo desvelan.
Dios desaparece un día en el hombre. Es
la Encarnación. Y el hombre se va despidiendo, del vientre, de la
infancia, de la adolescencia, de la juventud, de la madurez. La
Encarnación es el adiós al país divino. El silencio es el adiós al
país egoísta y el paso al país del amor.
En la Encarnación Dios se ha perdido en
el campo humano. Jesús es el aroma de la eternidad, una fragancia divina.
La Encarnación es una amenaza para
nuestras formas, para nuestra instalación. Han de desaparecer.
Sólo se puede pensar el pasado. En el
cerebro todo es precocinado. El futuro que nosotros imaginamos, el
porvenir que soñamos es el antes, el "ayer que ya pasó".
No admitimos fácilmente el cambio. Lo
vemos como una pérdida. Y eso no lo consentimos. Preferimos lo fijado, la
costumbre, lo habitual. En el viaje abandonamos el traje, las maneras. Nos
acostumbramos a una imagen, a una profesión, a unos modos, a una corbata,
a una forma, a un uniforme. Y dejarlo, perderlo lo sospechamos como
perdernos a nosotros mismos, a extraviarnos. Sin advertir que "el que
pierde, gana". El que pierde el uniforme recobra el alma, se recobra
a sí mismo.
En el silencio se da la aparición, la
revelación de uno mismo. Es la Encarnación de lo oculto, del
"tesoro escondido".
La Encarnación. Dios vestido de hombre.
El silencio es desvestirse de la forma. Es lo informal, lo no oficial. Sin
programación. Vestirse del silencio es como salir a la vida sin
tradiciones, sin costumbres, sin forma programada, sin dominar la
situación, en un lugar no frecuentado.
Encarnación, vestirse, hundirse en lo
desconocido, en lo raro; es romper el sistema cerrado, clausurado y
hermético.
Jesús huele a Dios, Y huele a hombre.
El silencio te devuelve el aroma de lo divino, recuperas el olor, la
fragancia de Dios.
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