Belén
no es un lugar geográfico,
no es un territorio. Amo a Belén precisamente por eso, por estar en
otra atmósfera, en otro país, otro continente, con paisajes originales
y autóctonos.
Belén
evoca el lugar del nacimiento. Belén es Navidad, es alumbramiento y es
que al dar a luz es obra del adentro del interior. Belén es sobre todo
el corazón, el interior del hombre donde se celebra y se festeja lo más
singular, lo más inefable del ser humano.
Belén
eres tú, somos cada uno de nosotros. Un hombre sin adentro es algo
inhumano, deshumanizado. Navidad es humanista, generadora de humanidad.
Navidad
es la fiesta a favor del hombre, es nuestro nacimiento íntimo.
Navidad
es el nacimiento de la Palabra. Y es la palabra de un emigrante, viene
del cielo a la tierra. Por eso es llana, es luz. Y esa palabra lleva el
sabor de sementeras de campos, de montañas y de valles y de ríos;
lleva la fragancia de los trigales, de los jardines, de las flores,
lleva el canto de los pájaros, las melodías interplanetarias. Es la
palabra del cielo, y es la palabra de la tierra, de esta tierra que
somos nosotros.
Jesús
no es numeroso en palabras. Sólo es presencia, es hablador de gran
estilo. Dice palabra a vivir y palabras vividas.
Y
su presencia da un vuelco al idioma, al habla nuestra.
Las
palabras viven desde entonces vida nueva. Jesús es el rey de la
palabra. No cabe en la categoría del premio Nobel, lo rebasa, lo
supera, lo transciende. A Jesús
le basta y le sobra presencia que es la mejor palabra.
Jesús
nos enseña a hablar sin hipocresía, a decirnos a nosotros mismos en el
silencio, en el puro silencio, en el puro amor. Y esto sin banderas, sin
pancartas, en él sólo habla la transparencia.
Navidad.
Deja que te visite la Palabra, el milagro de la palabra del silencio.
Más
que decir muchas palabras, necesitamos vivirlas, hacerlas, que es lo que
les hace creíbles.
Navidad,
palabra que nace del calor del corazón, del calor de Belén, del
silencio, del amor.
Jesús,
palabra que no necesita contar muchas cosas, sino decirse él mismo en
el silencio.
Navidad.
Palabra. No hay en Jesús inflación de palabras y de discursos. Sólo
en el silencio se alumbra la palabra. Sólo esa palabra nos sumerge en
Belén en el silencio de adentro, fermento de plenitud. |