La palabra de Jesús que resuena sosegada
y largamente en el silencio de mi corazón, es la que dijo al ciego que
recién acababa de recuperar la vista: “Vete a tu casa. No te entretengas
en el camino. Vete a ti”.
Es el único camino importante: ir a uno
mismo. Es decir el viajar a este ahora, a este instante, sin detenerse en
el camino. Sin andar divagando por el antes, por un ayer que ya pasó; sin
soñar con un futuro ilusorio, fantasioso e irreal.
Siento que Él me dice: “Vete a ti. Viaja
al ahora, viaja a este instante”.
El que ha recuperado la mirada pura,
inocente, sólo ve el ahora que se ensancha y se dilata como la eternidad.
El que ha despertado, sólo vive sumergido
en el ahora, en el aquí, en este momento.
Viajar al ahora no es un viaje
maravilloso, es un viaje en el que uno, sin pausa no deja de maravillarse.
Tan solo en el ahora hay asombro y sorpresa casi infinita de eternidad.
Es en este instante donde mi alma reposa.
Es en este ahora donde mi corazón deja de
estar alborotado, sobresaltado.
Es ahora, es aquí donde mi ser se siente
remansado.
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