ÉL SIEMPRE HA ESTADO AHÍ

 

Él siempre ha estado ahí. Dios siempre está dentro. Nos empeñamos en decir que viene en Navidad, que viene no sé cuando y realmente la verdad es que Él siempre ha estado ahí y siempre va a estar, Él nunca se va a ir de nosotros, pero nosotros estamos desinteresados y de que vale que esté ahí, si nosotros estamos desinteresados.

 

Hay una pequeña leyenda que dice que:

Eran dos amigos, uno era muy rico y el otro era muy pobre. Un día se juntaron y cenaron juntos, y bebieron un poco más de la cuenta, y ya entrada la noche, el rico pues no quería humillar al amigo y le dejó una moneda de oro en el bolso. Mejor dicho una perla. Valiosísima.

Dice la leyenda que el pobre nunca se dio cuenta de que en su bolso había una perla valiosísima. Murió y se dieron cuenta que él vivió ignorando la riqueza, el valor de aquella perla que su amigo rico le había dejado en su bolso.

 

Nosotros vivimos ignorando la riqueza… quizás la palabra no es la más acertada… ignorando nuestra verdadera condición, ignorando la verdad de nuestro ser. Nuestro ser no se dice con palabras, nuestro ser sólo se dice en el silencio. No se dice con expresiones, con ideas o con conceptos, quiero decir, las palabras a veces no son nada más que una disculpa para escondernos, no son más que un burladero, por así decir, detrás del cual nosotros nos ocultamos. Sólo el silencio nos desvela, sólo el silencio nos revela, sólo el silencio nos muestra a los demás.

 

Efectivamente en la vida compartimos muchas veces la vida con palabras, pero la vida muchas veces, no se comparte con palabras, porque las palabras son demasiado poca cosa para decir lo inefable, lo indecible de nuestro corazón, sólo en el silencio se comparte lo indecible, sólo en el silencio se comparte lo que es imposible de expresar, lo que es imposible de decir, lo inefable, sencillamente, y no podemos decir con vocablos, con expresiones, con ideas, con conceptos… ese ser y por eso, ese ser… lo que somos, nadie nos lo va a decir, nadie nos lo va a manifestar, sólo en el silencio nos ponemos alertas, atentos para que lo que está oculto se pueda manifestar, lo que se oculta dentro se pueda expresar.

 

En este mundo interior nuestro nadie se va a ocupar, ¿ocupar?… sino nos ocupamos nosotros… nadie, ni nuestra familia, ni nuestras instituciones… nadie se puede ocupar de esto, es una tarea de cada uno, es un empeño de cada uno, es un compromiso de cada uno. Hacemos un silencio de lo que deberíamos de ser. Los padres dicen una cosa, los profesores dicen otra cosa, nuestros maestros dicen otra cosa, pero en verdad lo que estamos llamados a ser, sólo escuchando en el silencio, la voz oculta, la voz misteriosa, la voz inefable de lo divino, podemos realmente aproximarnos o estar como que alertas, para advertir que dentro de nosotros hay una llamada y hay una invitación maravillosa. Pero nos proyectan sobre nosotros sus deseos, proyectan sobre nosotros pues… sus sueños, hacen presencia ante nosotros sus fantasías muchas veces, por supuesto ninguna administración pública, ninguna administración civil, tampoco se va a hacer cargo de nuestro misterio interior. Cuando los políticos nos exponen sus proyectos, sus programas, pues…  nunca veréis que haya una educación por el misterio oculto del ser humano, por lo menos despertar o apuntar, sugerir, que en el hombre hay un misterio que se esconde.

 

El caso es que todos estamos en que hay ministro del interior… el ministro del interior pues tiene otras obligaciones, que serán legítimas, por supuesto, pero en nuestro interior no nos soluciona nada. A nadie le podemos entregar el compromiso y la responsabilidad de lo que realmente es un asunto nuestro. El verdadero maestro de la vida es... el que sugiere, nos hace intuir, nos hace sospechar que algún misterio se esconde dentro de nosotros. No tiene que tirarnos de la mano, no tiene que empujarnos, basta que su presencia despierte en nosotros el mundo que se oculta, el mundo que se esconde detrás de la apariencia de la vida.

 

El caso es que en los campos del tener, del poseer o del poder y del saber, uno no carece de nada. No carecemos de nada, pero carecemos de lo más importante, que es el contacto con nosotros mismos y sólo realmente en una aventura espiritual de silencio, uno puede entrar en contacto con lo que realmente nadie nos puede decir, nadie nos puede expresar, sólo nosotros en esa aventura, en esa tarea, podemos entrar en un cierto contacto.

 

Jesús recordad, que habla en un pasaje de San Lucas. Él habla de cavar… “Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone por obra, os diré a quién es semejante. Es semejante al hombre que, edificando una casa, cava y profundiza y cimienta sobre roca (Lc 6,47-48a)… lo nuestro es cavar… en esta tierra nuestra. Nos sugieren otros pasajes, que hay una fuente y es muy trabajoso encontrar una fuente cuando todo es un desierto, cuando todo está en secano. No sé si alguna vez habréis observado cuando se empieza a cavar buscando la fuente y cavando y se va ahondando… y ya llevamos 4 metros, y ya llevamos 5 metros y todo sigue seco, seco y hay pedregales y hay tierra arcillosa y uno se siente cansado, se siente desanimado, no sale nada, todavía la tierra no sale húmeda … y hay que seguir, porque la fuente está allí, uno cree que la fuente está allí, y hay que seguir hasta la extenuación, cavando y excavando y ahondando y perforando, hasta que un día… un día empieza a salir el barro, la tierra húmeda y hay que seguir todavía, que la fuente está todavía más oculta, y hay que seguir hasta caer desmayados.

 

Efectivamente el silencio siempre va acompañado de una fe y de una confianza. A veces digo que el silencio es un acto de fe en lo divino que hay en nosotros, porque realmente sería insoportable... y también el cansancio, la extenuación, la fatiga, el desánimo, la frustración, el desaliento, cuando venga cavar… estamos como que cavando también, estamos ahí haciendo meditación como que no hacemos nada pero estamos cavando, es un trabajo muy arduo, muy arduo… aparentemente estéril, muy infecundo… efectivamente es un arte que dentro de nosotros algo se oculta, algo insatisfecho se nos colma… os decía que si carecemos de algo es del contacto con lo que es decisivo en nuestra vida, como que es lo más importante de nuestra vida… tenemos esto, tenemos lo otro, pero eso no nos da la felicidad, somos infelices, somos delicados, porque no hemos entrado en contacto con nosotros mismos, estamos en contacto con lo que tenemos, con lo que soñamos, con lo que vivimos, con lo que podemos, con lo que hemos aprendido… de eso nada. El caso es que siempre que se olvida esa dimensión interior, decía Freud… él cuenta en sus memorias, a pesar de que él, a veces pues… presumía de su agnosticismo y hasta de su ateísmo, él cuenta que en su consulta se puso de moda esta expresión “pues… es que no sé que tengo. No sé que tengo” uno está bien pero no sabe que tiene. Estoy desanimado, estoy descorazonado, estoy triste, me siento mal… y él cuenta realmente, el hombre mismo siente una cierta tristeza cuando vive desconectado de su mundo interior. Y su discípulo Jung es mucho más explícito, pero ya Freud apunta en esta dirección, como diciendo que siempre que uno no vive en relación con lo que es él, con lo que se oculta en él, pues… surge la tristeza. Hay un verso que algunos atribuyen a Virgilio y que se presenta como anónimo y dice así: "La tristeza es una tapia entre dos jardines". Está muy bien expresado. Es una tapia entre dos jardines, entre dos cuerpos. Efectivamente la exterioridad es un jardín también, a veces, a lo mejor, en nuestras expresiones, como que lo deterioramos o lo depravamos, pero realmente hay que reconocer que la exterioridad es buena y también es un jardín, pero… claro… cuando ambos no viven reconciliados, cuando ambos no viven en una cierta armonía, en una cierta coherencia, en una cierta reorquestación por así decir, pues entonces surge una tristeza, y lo nuestro, muchas veces, es olvidarnos de esta dimensión interior. Estamos tristes, desanimados porque realmente vivimos… preferentemente, en un plano superficial, en un plano puramente exterior. Decía que es bueno el exterior, efectivamente a lo mejor, a veces, hay palabras o hay dichos que… como que nos damos de la mano, pero lo bueno es que después se reconcilian.

 

Hay una leyenda que expresa muy bien eso que quiero deciros:

Dice que era una vez un ciego y un cojo que no podían tener una relación, vivían en constante conflicto, en constante enemistad, en constante enfrentamiento y resulta que un día pues… estaban en el bosque y el bosque se incendió. El cojo veía pero no podía andar, no podía correr y el ciego era muy ágil pero no veía. Dice la leyenda que fue la ocasión en la que los dos… en ese momento cumbre, en ese momento de ansiedad, de disgusto, de sobresalto, pues tuvieron que hablarse, y entonces llegaron a un acuerdo, el ciego que era muy ágil iba a llevar a cuestas al cojo y el cojo se comprometía a decirle… al frente, a la izquierda, a la derecha. Y dice la leyenda que efectivamente, gracias a esa reconciliación, pues salieron a salvo de la quema que había en el bosque.

 

Es muy importante que nuestro interior y nuestro exterior vivan reconciliados. Hay que vivir en buena relación con nuestro exterior, no hay que devaluarlo hasta el extremo, lo importante es que nuestro exterior esté al servicio de las urgencias, de las tendencias más sagradas que son las que viven, las que vibran, las que laten en nuestro corazón.

 

J.F.Moratiel

 

 

- Extraído de un encuentro.