Nuestro ser verdadero está más
allá de todas las funciones. Nuestro ser verdadero está más allá de
todas las imágenes. Pero nuestro ego siempre encuentra dificultades,
nuestro ego siempre es el gran opositor, porque él, al entrar en el
silencio, entra en un período de mengua, de debilidad, de
debilitamiento.
Y a más no es un ego, tenemos
muchos egos, es una familia larga y esto complica más la situación,
pero es así como de alguna manera… encontramos la vía, el camino, el
sendero para descubrir el misterio de la vida, que nadie nos lo va a
decir.
Al que está dentro, hay que darle
la oportunidad de que se nos revele, de que se nos manifieste, de
que nos exprese. Y esto… pues… no se lleva. Esto no está de moda. El
silencio no es popular. Es un asunto de cada uno, no es un asunto
multitudinario. Pero lo que sí es cierto es que la multitud puede
sentirse incómoda ante alguien que tome la decisión de vivir pues…
un poco al margen de sus modos o de sus formas o de sus maneras. La
multitud no tolera que uno se salga de su carril, se salga de su
formalismo.
Nosotros recordábamos que Jesús lo
pasó mal, porque se salió, efectivamente, de aquella tradición, de
aquella costumbre, de aquellas formas.
Siempre que uno se sale de su
formalismo, pues uno lo pasa mal, encuentra conflictos, encuentra
dificultades. La sociedad quiere la uniformidad. Todos uniformados.
Y la uniformidad no ofrece ninguna novedad ¡claro! Siempre
uniformados, de la mañana a la noche. Todos casados. Dice la
sociedad: todos casados. ¡No!. Cada uno es dueño de si mismo, pero
la sociedad quiere uniformarnos a todos. Esta es la verdad de
nuestra sociedad, la que tenemos que vivir. Y si hay una novedad,
algo nuevo, algo distinto… entonces surge disgusto por esa especie
de disidencia. La sociedad no admite fácilmente un disidente. Un
militar, por ejemplo. Todos uniformados y cuando llegan ante el
general… dice al que le toque: ¡sin novedad, mi general! No hay
ninguna novedad.
El ser humano teme lo novedoso.
Teme lo nuevo, lo singular, lo original. Una aventura espiritual
siempre es una oportunidad de vivir algo nuevo, no prefijado, no
imaginado… sino algo… realmente singular, algo inefable, algo que no
cabe en nuestras imaginaciones, ni en nuestras palabras. Por eso, de
alguna manera, nos escapamos de dentro. El hombre se escapa de mil
maneras, se escapa por el fútbol, por la droga, por el sexo, por el
alcohol… de tantas formas nos podemos escapar, escaparnos de lo que
somos realmente, de lo que hay en nosotros de verdadero. Pero si
queremos encontrarnos con nosotros mismos… no hay ningún escape. Nos
sorprenderemos frecuentemente… escapándonos, si estamos bien
atentos.
J.F.MORATIEL |