EN TI ESTÁ LA FUENTE DE LA VIDA |
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Venir a este mundo, marchar de él, no depende de nosotros. Sin embargo, interesados por satisfacer las exigencias inmediatas, nos olvidamos de nuestra condición de peregrinos, de seres de paso.
El excesivo cuidado por realizar la imagen social, el responder a lo que se espera de nosotros, el afán de llenar los deseos que vemos como imperativos, ponen en peligro nuestra verdadera vida, la que nos ofrece cada instante la que está presente en lo más profundo de nuestro ser.
Si no hacemos el esfuerzo por estar presentes a nosotros mismos en todo momento, corremos el riesgo de no escuchar a quien nos llama por nuestro nombre.
Muchos deseos nos conducen hacia el porvenir, muchos miedos nos retienen como prisioneros del pasado. Y el presente que es siempre momento de gracia, no puede desarrollarse y alcanzar plenitud, “¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?”.
Ningún deseo, ningún temor, ninguna inquietud pueden alargar por un instante nuestra vida. La vida nos es dada.
Por la vida podemos entrar en relación íntima y consciente con el que es fuente de vida.
Reconocer o negar esta comunión con la vida, es aceptar o rechazar la dependencia que nos hace existir. Esto no tiene nada de opresivo. La revelación de Jesucristo es determinante: nos revela que Dios es amor, que Dios es comunión. Entrar progresivamente en esta relación de comunión, madurar como el racimo de la uva al pie de la cepa, es una experiencia de liberación que sobrepasa todo conocimiento.
Fr. Moratiel |