LA CRIATURA SALTÓ DE ALEGRÍA EN MI VIENTRE

(Lc 1,44)

Cuando María, después de haber recibido el anuncio de que concebiría en su seno... a Jesús, fue a visitar a su prima Isabel; se nos dice que... (lo confesó Isabel) que en su seno había dado saltos de alegría la criatura que llevaba allí, Juan Bautista.

A veces las palabras pueden remover todo lo que hay en nosotros.

Una palabra cuando nos toca, cuando nos hiere, cuando somos vulnerables a ella, realmente remueve todo lo que hay en lo hondo de nuestro corazón. Todo lo que bulle dentro, puede despertarse cuando una palabra nos toca.

Algo de esto creo que le pasó a Isabel. La presencia de su prima, de María, hizo que en ella se despertara y se removiera su profundidad, ese sentir que daba saltos de alegría, el niño que llevaba dentro, es una manera de decirnos que todo su corazón, toda su profundidad se había removido.

En el silencio existe la ocasión, existe la oportunidad... de que nosotros des-pensemos todo lo que hemos ido añadiendo a las palabras, todo lo que hemos ido razonando, imaginando, sintiendo y pensando en torno de ellas.

Cuando pensamos demasiado las palabras, cuando les damos demasiadas vueltas, las palabras como que las manchamos, las palabras como que se salpican de algo que les entorpece para llegar con verdad y llegar con nitidez, con toda pulcritud a nuestro corazón.

En el silencio, las palabras puedan quedar en su propia desnudez, sobretodo cuando es una palabra como... como esta palabra que llamamos y que decimos, que confesamos como palabra de Dios, que nos puede alcanzar en toda su profundidad y en toda su autenticidad.

El silencio devuelve a las palabras su inocencia y de alguna manera les devuelve como una especie de... diríamos de... virginidad. Todas esas manchas, todas esas salpicaduras de nuestros raciocinios, de nuestras cavilaciones, se silencian, las abandonan y se queda la palabra en su pura desnudez, sin nada que le entorpezca para penetrar y para transportar a nuestro corazón la presencia, la verdad, lo auténtico, lo que en el fondo ellas nos quieren y nos pueden comunicar.

En el silencio, estas palabras, no sufren las interferencias de nuestros deseos, no sufren las interferencias de nuestras reflexiones, en el silencio estas palabras llegan pulcras y nítidas.

Os decía, que como una palabra virgen que puede tocar también la virginidad del corazón, quiere decir que puede tocar la pureza, la veracidad, lo más auténtico, lo más autóctono que es tu propio interior, donde nada está dañado, donde todavía nada se ha deteriorado, donde todavía la verdad es verdad, donde todavía el silencio es puro silencio. En el puro silencio es donde esta palabra puede resonar en toda su amplitud y en toda su verdad y trasmitirnos lo auténtico y a la vez despertar lo auténtico.

Que bien, que bien lo expresa Isabel cuando dice que en su seno dio saltos de alegría su hijo. Que bien cuando en el silencio algo que va dentro también da saltos, también empieza a despertarse, también empieza a bullir, el silencio es como un seno, el silencio es una profundidad, el silencio es como una hora de alumbramiento. En el silencio nada nos pasa inadvertido, en el silencio nada es sin importancia, en el silencio se vuelve sonora la vida, en el silencio se hace sonoro el corazón, en el silencio da saltos de alegría la vida, en el silencio dan saltos de alegría los mejores sentimientos, los mejores deseos, no los deseos de nuestra superficie, no los sentimientos de nuestra epidermis, de nuestra sensibilidad exterior, epidérmica, sino los sentimientos inocentes, los sentimientos autóctonos, los sentimientos verdaderos.

Deja que en el silencio esta sonoridad del ser se acerque a tu corazón, se despierte dentro y de saltos de alegría tu vida.

En el silencio despoja la palabra de lo que tus pensamientos y tus reflexiones han ido sobreañadiendo y le han ido, de alguna manera, estorbando para que toque tu raíz, para que toque tu corazón, para que te diga la verdad, para que se haga presente la verdad que transporta, la verdad que quiere verter en tu interior.

En el silencio devuelve la inocencia a la palabra, en el silencio deja que la palabra sea sólo palabra.