EL AGUA DEL ALJIBE

   

Era una vez un pueblo que todos tenían un aljibe o un pozo en su casa. Y dicen que vino el ángel de la vida, vino a decirles que siempre, siempre bebieran del pozo de su casa, del aljibe de su casa, porque sino iban a enloquecer.

Dice la leyenda que una vez pasó el ángel de la vida se rieron de él, menos uno, dicen que uno le hizo caso. Uno llenó su aljibe y dijo: pues voy a beber del aljibe, nada más bebo del aljibe de casa.

Y efectivamente, al tiempo toda la gente iba enloqueciendo, se volvía loca. Después de un tiempo, al darse cuenta, quería ayudarles, quería llevarles al médico, quería llevarles al psiquiátrico... y la gente se ponía contra él... ¡tú eres el que estás mal! ¡tú eres el que estás loco! ¡a ti te vamos a llevar al psiquiátrico!. En seguida vio la locura del pueblo.

Y efectivamente pues... un día dice la leyenda que toda la gente se arremolinó y vino a su casa, con gritos y con palos  dispuestos a llevarle al psiquiátrico o a matarle. En cuanto él oyó aquel gentío, aquel griterío y aquellas amenazas, dice la leyenda que salió corriendo y dijo: ¡dejadme un momento, esperad un momento!.

Y se marchó. ¿Y qué hizo? fue a beber a otro pozo y cuando volvió... pues volvía loco como ellos.

   
 

Enloquecemos... siempre que nos empeñamos en beber de la fuente que está fuera de nuestro corazón. Es el manantial que hay en cada uno de nosotros el que nos redime, el que nos salva y el que realmente nos da salud y plenitud.