TEMPLO DE JERUSALÉN

 

 

Era una vez un hombre peregrino y un hombre de silencio y llegó un día a un poblado donde le estaban esperando con mucho cariño, con mucha expectación.

 

Y cuentan que él llegaba muy cansado y pronto pidió que le dejaran descansar, que le llevaran a dormir.

 

Y parece ser que se acostó y puso los pies (era un poblado cerca de Jerusalén), no mirando hacia Jerusalén sino al revés y para ellos aquello era como una descortesía, como una falta de respeto, había que estar siempre mirando hacia Jerusalén y entonces no se contuvieron y le dijeron su disgusto, su malestar y él les dijo:

- es que yo tengo un problema y es que me ponga como me ponga, yo siempre estoy mirando a Jerusalén.

Y por la noche cuando estaba dormido, pues… fueron dando vuelta, con mucho cuidado, la cama, y efectivamente según movían la cama se movía todo el templo de Jerusalén.

 

 

Estés donde estés, está Jerusalén.

Estés donde estés, está el templo, está Dios.

Estés donde estés, estás en su templo, porque para el hombre que ora, este universo es Jerusalén, este universo es su templo, es el templo del silencio, es el templo de la oración.