Leyendo el capítulo 18 de Jeremías
podremos encontrar un mandato de Dios: «Levántate y baja a la casa
del alfarero y allí te hablaré». Cuando se lee este párrafo se puede
sacar alguna reflexión sobre el arte del alfarero y sus cualidades, que
son iguales a las de Dios. El artesano trabaja con esmero. Su
característica es que hace su trabajo con las manos. Y las manos tienen
un lenguaje de amor, de ternura, y también de energía, de fuerza... En
cada obra Dios pone sus manos. Dios me pone las manos. Poner las manos
es poner afecto, amor, atención.
La obra
industrializada es funcional. La artesana está llena de detalle, de
adorno. Hay inspiración en cada obra. Hay atención y silencio. Las
huellas de la mano del artesano son su propia firma. La huella no se
puede falsificar como la firma. Yo llevo la huella de Dios. Soy
original. Hay diferencia en cada persona. El artesano da culto a la
presencia. La cultura actual no da culto más que a lo rentable, a lo
rápido y productivo. E1 artesano vive en la atención. Su ser es su
creatividad.
El silencio es una tarea artesanal. Cada
uno aprende a estar en donde está. Pide de nosotros la entera atención.
Es una especie de entrega y ofrenda a la Presencia.
El secreto del arte del alfarero es que
da un centro de gravedad a todo lo que hace y desde su centro nos regala
su esbeltez y hermosura. Y desde allí la vasija se mantiene en armonía.
Todo tiene su eje. Un eje desplazado llevaría a la obra a la caída. Todo
en el cosmos es armonía, equilibrio. El cosmos vive en equilibrio. Baila
y danza con su propio equilibrio. Se dice que el sol es el centro. El
broche de oro de la creación. El centro no se ve, pero todo gira y se
mueve gracias a él. ¡Quién sabe si Dios nos ha dado un centro a
nosotros! Importa descubrir mi centro de gravedad. San Agustín dice que
su centro, su peso, es el amor. El amor puede ser un buen centro de
gravedad. El silencio nos puede llevar a encontrar nuestro eje. ¿Dónde
busco yo mi centro? Si no hay sosiego en mi vida, es necesario buscarlo
en otro lado.
A veces, el centro de la vida de una
persona puede ser el trabajo. Hay una dependencia del trabajo exagerada
en el momento actual. Cuando hay dependencia no existe libertad y este
valor sólo florece en el centro del ser. Se sacrifica la libertad para
acoplarse al ritmo de la sociedad. Se ajusta uno a la colectividad. Nos
sometemos a todo y se pierde el centro. Hay gentes que se confían a todo
con tal de no estar en el vacío. No es fácil vivir al margen de la
manada. Ser hombre es vivir en rebeldía. Ser libre es no entrar en la
corriente. El disidente resulta castigado. Descansar en mi eje implica
pagar el precio de la soledad. Pero es preferible. Ser libre es un
derecho y un deber. No hay que ceder en absoluto. La vida es un misterio
que alberga el silencio y la libertad.
El silencio llega cuando mis energías
entran en descanso. Nos acoge cuando nuestro ego entra en paz y
en sosiego. Cuando el movimiento de mi vida no sabe entrar en descanso,
no sé vivir. Mi ego no es mi centro de gravedad. Es el centro de
todos los deseos, logros, posesiones y dominios. También de conquista,
de tener... Nos olvidamos de que para ser hombre no hay que llegar a
ningún sitio. Hay que retroceder en la forma de vivir porque la vida
nunca es lo que se logra. No es lo que se tiene. La vida es lo que se
es. Por eso en la vida se da lo que se es. Nadie da lo que no es. Dios
da lo que es: luz, soplo, vida... No se puede olvidar que todo lo que se
logra se pierde. Lo que se es, es algo eterno.
Estamos tan contaminados que cuando
salimos al exterior, los hombres buscamos sacar provecho, ganar
conocimientos, reconocimiento, cambiar el exterior, manipularlo...
Cuando se va al interior de nuestro corazón también se corre ese riesgo.
Buscar, conseguir, domesticar, adueñarnos de lo misterioso, de lo
oculto. Y es que el ser humano no sabe dar pasos si no es en busca de
alguna cosa. Esa tendencia a adquirir no sirve para el silencio. Así no
se está en el centro de la vida. El silencio no existe si existe el
movimiento de nuestra periferia. Yo no soy libre si el ego está
presente. Mi verdadera historia será la de mi corazón, la de mi
silencio.
Las tres cuartas partes de la vida se
pasan luchando por conseguir algo. En el silencio, permitíos no buscar
nada. La adquisición conduce a la violencia. Es una enfermedad eso de
adquirir. Quizás habrá que vivirla hasta agotarla para poder entrar en
el silencio. Fatiga todo lo que se hace por algo. No fatiga lo que se
hace por que sí. El silencio hay que hacerlo con gratuidad. Haced las
cosas por nada. Es la alegría de renacer. Se llama nada a lo
Innombrable. Siempre que se nombra lo inefable se deteriora y se
empequeñece.
Pero no sólo el alfarero le da a su obra
un centro de gravedad, sino que tiene otro secreto para que su vasija
sea perfecta. La hace vacía. Lo que vale de ella es que puede acoger,
ser práctica, útil... Ir al silencio es vaciarse para poder recibir. Por
eso la respiración nos ayuda a encontrar el secreto. Primero se desahoga
el pulmón. Sólo al saciarnos del aire podemos luego recibir el soplo con
más fuerza. Para que se despierte la inspiración hay que espirar y
soltar todo hasta quedarnos vacíos. Dios me hace vacío para poder
recibir su soplo. La vida está al margen de nuestra voluntad. Se nos
regala el soplo gratuitamente. Es un don. El soplo que Dios nos da no
tiene fin, porque la última espiración que hagamos será la inundación de
otra vida. El soplo no se agotará nunca.
El silencio es un encuentro, y todo
encuentro se produce y se celebra siempre desde el vacío. Sólo nos damos
las manos o nos abrazamos cuando en ellas no tenemos nada. La oración
hay que hacerla desde el vacío. No desde lo que sentimos, sabemos,
decimos... Desde nuestro silencio. El vacío es nuestra plenitud, nuestra
salud. No podemos ir al silencio desde nuestros conceptos. Un encuentro
sólo espera el vacío. Nada para recibir. El silencio es acogedor y por
eso debe estar libre de todo pensamiento y pretensión.
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