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"Estad alegres..."
Alegría significa
estar aligerado. Cuando uno se aligera, deja los pesos de la vida: las
incertidumbres, los sobresaltos, los temores de la vida, y entonces
surge la alegría, el estar aligerado.
Hay dos momentos en la
vida en los que se hace presente una cierta calma, un cierto gozo. Uno
es al acostarse. Es bueno, entonces desvestirse, quitarse la ropa y
entrar en contacto con las sábanas.
Si nos acostamos
vestidos no descansamos. Esto es solo un símbolo. Hay que desvestirse no
solo de la ropa, sino de todo lo que hemos vivido en el día, de los
compromisos, de las preocupaciones. Entonces sí se descansa.
Pero si uno se acuesta
arropado de sus compromisos y preocupaciones, no descansa. Y dentro de
ese momento un instante especialmente lúcido, ese que precede al sueño.
Hay una línea de vigilancia que precede al sueño, cuando nos sumergimos
en el sueño; es un momento de descanso, de sosiego, de alegría, de
sentirse aligerado.
El otro momento es al
despertar, ese momento pleno de lucidez, sosegado...pero enseguida
aparece la agenda del día, y desciende sobre nosotros, y ya estamos
revestidos no de ropas, sino de compromisos, responsabilidades... La
vida debiera ser ligera. Estamos aquí para vivir ligeros.
El que se va de este
mundo, no se lleva nada, parece casi que huye, dejando todo atrás. Así
vivid, sin pretender coger nada, que nada se eternice.
Pero parece que
queremos que la vida sea una cárcel, queremos fijar lo que poseemos, lo
que tenemos, esa experiencia, esa vivencia... y la vida se vuelve una
pesadumbre mortal.
No sabemos vivir
aligerados. Uno de los dones del silencio es la alegría, porque uno se
siente aligerado. ¡Y una oración que no se aligere..!. Si vamos a la
oración empeñados en adquirir, en sacar... nuestro lenguaje nos delata,
pone de manifiesto nuestros afanes.
Un amor que va con
afán de sacar algo ¿qué clase de amor es? Hasta lo más sagrado, la
oración, está contaminado por ese sacar algo, alcanzar algo. “Estad
alegres”, vivid ligeros... y saboread el regalo de la vida.
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