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"Volveos a mí de corazón"
Muchas veces nuestra
oración silenciosa es sencillamente volver a nuestro corazón, volver a
nuestra interioridad.
Estas horas pueden ser
preciosas para comprobar esta necesidad de volver.
Quizás se nos pida un
cambio. Hemos de estar alerta para ver lo que Dios quiere, para ver cómo
nos solicita Dios.
No dejarse sobornar
por la superficie que nos aleja de lo interior. Ser insumisos a los
dictados de la exterioridad, y esto para estar más disponibles, más
atentos a la voz interior.
Hace falta un gesto de
rebeldía, de insumisión, “volverse” del pasado, de las fantasías.
Volverse para vivir lo
que Dios en esta hora nos regala y nos da.
Volverse atentos,
silenciosos, vigilantes.
Volverse del exterior
al interior, de las capas superficiales a lo íntimo. Corremos el peligro
de quedarnos en la superficie sin retornar a lo íntimo.
No importa que nuestra
oración sea esto, un incesante volver, un incansable volver:
“Volveos a mí de todo
corazón”
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