26 - "Mis ovejas escuchan mi voz, conocen mi voz, yo doy mi vida por las ovejas"

 

 

 

Hay que estar muy familiarizado con una voz para reconocerla. Jesús nos invita a familiarizarnos con la suya. Esto lleva tiempo. Claro, que es una voz muy distinta, está muy íntima a nosotros; por eso no grita, es casi un susurro, porque cuanto más cerca se está menos se tiene que vocear.

 

Cuando se besa o se abraza hasta sobran las palabras porque solo hay presencia.

 

“Yo doy mi vida por las ovejas”. Dar la vida es dar la presencia. Lo propio de Dios es dar. Jesús nos invita a que el dar sea también la dinámica de nuestra vida, nuestro ritmo vital.