PALABRAS A MORATIEL

 

A MORATIEL

 

 

Moratiel: cuántos y qué preciosos ecos despierta en mí esta palabra. Evoca esta otra: Morada; también aquella pregunta que algunos seguidores de Jesús le hicieron: Maestro, dónde moras? Y su respuesta: Venid y lo veréis. Venid, entrad, entrad sin miedo que voy a mostraros mi morada, mi casa, mi hogar. Es éste. Tu corazón, el corazón de cada hombre, donde el Hijo del Hombre tiene sus delicias. Y tú, Moratiel querido, -¡tanto!- siempre fuiste para nosotros, los discípulos del Silencio, simplemente eso: el dedo que señala el sagrado lugar del corazón, el dedo que señala al Maestro, como Juan el Bautista.

 

Moratiel del alma, después de pasar tú a la casa del Padre, hube de vivir el duelo de tu ausencia, lo humano, lo frágil, lo perecedero y caduco. Hoy eres ángel en mi caminar, dedo que sigue señalándome el camino de mi corazón, ese sagrario vivo que llevo dentro de mí, ahí donde el Maestro me enseña tantas cosas, ahí donde prodigándose en amor me muestra el camino de amor a los hombres, mis hermanos, ahí donde sin rubor acojo toda la pobreza de mi ser de criatura, ahí donde tienen lugar los mejores alumbramientos desde la pequeña semilla del Reino que me habita, ese Reino que desde la esperanza sí es posible: de paz, de justicia, de calidez, de ternura, de acogida, de belleza, de armonía...

 

Moratiel del alma, GRACIAS. Gracias porque fuiste transparencia de Dios, profeta del corazón, maestro para los discípulos del silencio, ese silencio y soledad sonoros de donde brota la más entrañable PRESENCIA.

 

 

Paqui López

10.01.2007