PALABRAS A MORATIEL |
EN EL ANIVERSARIO DE P. MORATIEL |
Hace un año que Moratiel nos dejó y se fue a la casa del Padre. ¡Qué vacío tan enorme quedó en nuestros corazones!
Muchas personas que le conocían han ido glosando los diversos aspectos de su vida humana y espiritual. Han dicho de él cosas maravillosas, importantes y merecidas, tanto que me han hecho dudar si yo debiera plasmar algo de lo que atesoro en mi corazón por la amistad que nos unía desde hace un montón de años. Aunque tampoco me considero capaz de describir su gran figura.
Se ha dicho muchísimas cosas de Moratiel, pero todo es poco. Sé que también me voy a quedar corta y no voy a ser capaz de expresar todo lo que quisiera.
Tuve el honor de conocerle y disfrutar de toda su riqueza y sabiduría desde bien joven y desde ese momento saltó una chispa que nos condujo a una amistad sincera, de valor incalculable del que disfrutamos años y años.
La primera vez que dio ejercicios, nos dejó a todas impactadas por su profunda experiencia espiritual, por su cercanía y naturalidad en el trato.
Ya intuía que dentro de cada persona había un gran tesoro que merecía la pena ir descubriéndolo poco a poco. Nos hablaba del Sagrario vivo que llevábamos dentro y que muchas veces lo teníamos olvidado.
Ya empezaba a descubrir como desde el silencio la palabra nos devuelve la vida, el amor, todo el cariño y toda la ternura y nos arranca las íntimas sorpresas y nos trae el secreto oculto allá dentro. “Navidad - Fiesta de la Palabra” en esta frase creo que queda totalmente reflejado lo que él era y manifestaba.
Su gran conocimiento humano y su experiencia divina hacía grata su compañía y conversación, pero su modestia y su discreción le hacía quedarse en segundo plano sin interrumpir a quien quería darle alguna lección. ¡Encerraba tanta humildad en su alma!
Su prudencia y respeto hacia el “otro” era otra de sus virtudes muy destacada, sintiéndote siempre tú misma. Era el amigo que uno deseaba tener siempre cerca para aprender de sus vivencias de las cosas de Dios.
En las celebraciones de la Eucaristía, había momentos que parecía se transformaba. Y qué decir cuando nos enseñaba a rezar de otra manera distinta el Padre Nuestro. Todos guardamos en nuestro corazón este grato recuerdo.
Los que tuvimos la suerte de dialogar una y otra vez, sabemos de su gran corazón, de su profunda Fe en el Dios del Amor y en el ser humano; de su estilo místico, de su entrega hacia aquellos que necesitaban su ayuda humana y espiritual a cualquier hora; de su afable trato, su mirada profunda, transparente que te transmitía serenidad y seguridad.
Aunque Moratiel ya no está visible en este mundo, sigue siendo para mí y para muchos, la persona por la que uno se siente atraído, orgullosa de su amistad, de su reconocimiento, de su sencillez, humildad, ternura…
Estoy segura que desde el cielo, al lado de nuestro Dios Padre, Moratiel sigue guiando los pasos de todas las personas a las que quiso entrañablemente, sin hacer excepciones de ninguna clase, y a su querida “Escuela del Silencio”.
Hay quién me pregunta como estoy preparando el encuentro del Silencio de León y siempre digo lo mismo: “viviendo minuto a minuto, hora a hora, día a día desde el silencio. Lo demás vendrá por si solo”. La vida de Moratiel ha dejado toda una sementera, que ya está dando sus frutos sin saber cómo.
Discípula del silencio 21.02.2007
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