Ante tu muerte sólo
brota la gratitud, hermano José. Resplandece en la retina de la
memoria la apacibilidad de tu sonrisa y la elocuencia de una
presencia que supo adensarse en el silencio para dar autenticidad a
toda tu palabra compartida, generosamente brindada.
Supiste hacer de tu
camino interior, del delicado y secreto tejer del Espíritu en los
adentros, una explanada amplia, diáfana, sin espacios acotados para
todos cuantos desearan internarse en lo profundo, en lo esencial, en
la aventura de sernos en Gracia.
Resulta hermoso
contemplar cumplido en tu vida esa integración de polaridades, tan
difícilmente integrables, vivida sin alardes, en la naturalidad de
la verdad que ilumina las raíces del ser. Entrelazaste silencio y
palabra de un modo intensamente fecundo para ti y los demás, de un
modo sencillo y casi evidente; supiste sembrar presencia sin
restarte libertad, supiste crear lazos de comunión sin dejar de ser
itinerante, sin perder pie en el cultivo de la soledad que acoge sin
adherencias; supiste dar autoridad a tu predicación con el cultivo
simultáneo de lo que manifestabas como tu propia aventura vital y es
por ello que todo en ti resonaba sólido, fundamentado y reverberaba
sustratos de Misterio y a él nos inducías.
Sabías mirar hasta
la médula con tus ojos entre abiertos vagamente y sabías escuchar
porque el silencio te había hecho hueco de acogida para cualquier
palabra impronunciada.
Ante tu muerte
toda expresión destella plenitud cumplida, diría que este transito
tuyo, atisbado hace tiempo por ti como algo tan natural, es como el
cruzar una ribera que rubrica en la misma tesitura todo tu servicio
y lo sella y desde esta constatación también brota la gratitud, por
la ausencia de fisuras en tu camino, porque rezuma la autenticidad
en cada tramo.
Pudiera parecer
esto un elogio para tratar de paliar el vacío que nos ronda y no es
así, no, no es así, ante la muerte corremos el riesgo de perder la
perspectiva de la realidad acostumbrada. No, esto es sencillamente
un canto contenido y sereno, como una palabra madurada en lo
escondido que brota, que se impone sin pretensiones en el corazón y
que fluye y busca un cauce, es un canto que busca el viento para
darse forma y volar tranquilo, como tu vida que se hunde en la luz
para mostrarnos, sin deslumbrar, la intensidad de su fulgor
recibido.
La vida es paso,
decías últimamente, tú ya te has perdido en la inmensidad con nombre
del Silencio y a ello nos invitas, como siempre, sin más. Gracias
por ello. Te sabemos hermano para siempre.
Hermana Miria.