Hasta ahora, la carta de Navidad
la escribía usted, querido P. Moratiel.
Ahora, seguro que también lo sigue haciendo, aunque de otra
forma. Pero también nosotros, sus discípulos, sus seguidores,
queremos felicitarle a usted de esta forma visible que es la que
aquí podemos hacer.
Ya ve, que el tiempo cósmico, el
de nuestros relojes, sigue pasando, pero ni usted, ni sus
palabras y enseñanzas, pasan para nosotros. Todo está muy
presente, y sigue progresando, agrandándose con su intercesión y
la acción del Espíritu que usted nos prometió que vendría a
nosotros cuando usted se fuera. Bueno, lo que usted citaba eran
las palabras de Jesús: “ Os conviene
que yo me vaya, pues si no, el Espíritu no vendrá a vosotros”.
No sabe, o mejor, sí lo sabe, cómo
está viniendo o cómo está ya actuando en nosotros.
Precisamente estos días, estamos
ESPERANDO la navidad. O sea, el nacimiento, la aparición de
aquel Jesús que nos permitió conocer al Invisible. “Nuestro
querido Jesús”, como usted dijo en una ocasión y en un tono más
bajo, casi como hablando consigo mismo.
Recordando sus enseñanzas, estos
días vivimos más silenciosos, esperando al que está viniendo y
al mismo tiempo, al que vive DENTRO de nosotros. “Creo en el
hombre habitado”: son palabras suyas. Son tantas, las palabras
que van actualizándose y desvelándose día a día. Este escrito es
precisamente fruto de algo que nos empuja, que nos refresca la
memoria y que hace que vivamos como novedad lo que hasta ahora
era pura rutina; fiestas, celebradas sin ningún sentido, y que
pasaban casi sin haber reparado en ellas. Pero usted lo hizo
todo nuevo. Sus palabras estaban llenas de vida, de sentido, de
convicción, de fuerza, de alegría, de contenido, de sugerencias,
y también de incógnitas difíciles de descifrar para quien no
estaba a su altura. Qué difícil estar a su altura. No tendremos
la suerte que usted tuvo, de ser tan mimados por Quien le
distinguió con tantos dones. Nos conformamos con el regalo
impagable de haberle conocido a usted que supo y pudo darnos a
conocer, de una forma totalmente novedosa y eficaz, al que nadie
ha visto nunca. Usted sí “vio”, sí “conoció” lo que muchos
quisieron ver y conocer, y no lo consiguieron. El Señor del
cielo y de la tierra sí quiso revelárselo a usted. Y de usted, a
nosotros, salvando muchas distancias que en ocasiones, se
acortan un poco porque cada vez vamos entendiendo algo más de
tantas cosas como nos decía, aunque de forma comprimida, como en
píldoras.
Muy querido P.
Moratiel, reciba estas sencillas
palabras como muestra de agradecimiento y como recuerdo de
aquellas puntuales carta suyas de
cada Navidad que con tanto interés recibíamos y leíamos.
Siga “escribiéndonos” cada
Navidad, cada día, en cada paso de nuestras horas. No dudamos
de que así será.
Seguimos recordando, entre tantas
cosas, aquellas últimas palabras de su carta del 2005:
“FELICES
PASCUAS”
“FELICES
LOS PASOS DE LA VIDA”
Navidad,
2008.
Discípula del Silencio.