PALABRAS A MORATIEL

 

TESTIMONIO DEL PADRE MORATIEL

 

A Moratiel no lo he conocido demasiado aunque sí lo suficiente para descubrir en él un hombre de Dios. Solamente participé un fin de semana, en Madrid, en la Escuela del silencio y me impactó muchísimo sobre todo, al ver a los jóvenes cómo sentían hambre de silencio y cómo lo expresaban. También lo conocí por las cintas de cassette “El loco de la colina”. En Herencia hice dos veces Ejercicios de una semana. En estos encuentros me sentí enseguida atraída por el “silencio del corazón” hacia donde Moratiel apuntaba siempre, centrando todo su pensamiento en este punto de gravedad, y donde encontré “mi casa de reposo” y mansión de paz.

 

Todo esto que acabo de señalar no es lo que más me ha impactado de Moratiel. La belleza y profundidad de su mensaje, lo he descubierto en su persona. Puedo afirmar que sus palabras apenas si las recuerdo, no así su persona hecha silencio. Ésta fue la que me ha transmitido su mensaje: su mirada limpia de niño, su actitud siempre sencilla y serena, sus pequeñas pausas de silencio que hacía antes de responder a nuestras preguntas, todo él hablaba de silencio interior.  No eran meras palabras, era como una vida que brotaba como el agua de su fuente y que tenía el don de transmitir el Espíritu a quien lo escuchaba.  Moratiel era todo  bondad y escucha, toda su persona era como una casa de acogida donde uno se encuentra a gusto.

 

Algunos ejemplos. En Herencia, en una de las conferencias nos habló de la gratuidad. Fue preciosa, pero no todos la comprendieron, un hombrecito rudo, y sin formación no entendió nada del tema, empezó a gritar diciendo a Moratiel que se callase, que lo que decía eran disparates, y que si no se callaba él se marcharía. Toda la sala se quedó temblando, en un silencio impresionante. ¿Qué hizo Moratiel? Bajó los ojos, escuchó sereno y tranquilo como si nada ocurriese y se quedó en silencio hasta que pasó el chaparrón. Seguidamente cogió el hilo exactamente allí donde lo había interrumpido y así calmó los nervios de este pobrecillo hombre. Al día siguiente, ¡qué casualidad! Moratiel y este Sr se encontraron en el paseo que diariamente dábamos. Moratiel se acercó a él como un amigo y con gran amabilidad le dio unas palmaditas en las espaldas llenas de cariño. Estos ejemplos por supuesto que no fueron desapercibidos por los discípulos del silencio y preguntado Moratiel cómo lo había pasado, respondió éste: “ Otra cosita que he podido echar en mis alforjas”. Así era Moratiel de sencillo y humilde.

 

Otra de las cosas que me impactaron en Moratiel fue que para empezar cualquier charla o meditación, echaba mano de la Palabra de Dios, leía una frase corta, pero clave del Evangelio o de los Salmos. Con qué unción empezaba: “ El Señor es mi Pastor, nada me falta”. Esta frase era suficiente para estar en silencio una hora de oración. Moratiel no era un gran predicador, el lenguaje que usaba era del estilo de Jesús, desde lo sencillo y casero; como hombre del campo aprendió, desde niño, de su padre a cultivar la tierra. Llevo en mi memoria y en mi corazón cómo le enseñó su padre a sembrar garbanzos y a cada garbanzo sembrado tenía que darle un pisatón. Exactamente lo de Jesús: “Si el grano caído en tierra no muere…”  Repito, que Moratiel no admiraba a nadie como un gran orador de elocuentes palabras. Moratiel impactaba, tenía el arte de llegar a lo más hondo a través de lo sencillo, de lo llano, de la palabra que siempre tenía a punto para  encender la luz y la paz en nuestra oscuridad. Moratiel trabajaba siempre desde dentro, desde el silencio del corazón y desde ahí ha tenido muchos seguidores del silencio. Yo diría que llegó a ser un gran maestro del silencio.

      

Creo que este sencillo dominico respiraba el aliento de Dios y tenía el don de transmitirlo a sus hermanos a través del silencio del corazón.

 

Amelia