TODO ESTÁ EN TUS MANOS

Señor, no me siento capaz de decir esto,

ni siento fuerzas ni siento ganas,

aunque tu amor me está avisando que lo diga.

Es la Palabra de la absoluta confianza

y solamente tu Hijo Jesús pudo expresarla.

Pon, Señor, en mi corazón, ese abandono, esa entrega, esa ofrenda.

Estoy deseando ver toda mi vida en tus manos,

en las manos que me han creado, en las manos que no tiemblan.

Y dejar ahí mi acción, y mi pasividad,

mis contaminaciones y vulgaridades, mis impulsos y mis cansancios,

mis roturas y mi salud, mi pasado y mi futuro,

mis miedos, y mis esperanzas, mis salpicaduras y mis contradicciones,

mi timidez y mi desenfreno, mis dudas y mis elecciones,

mis tristezas y mis desvanecimientos,

Todo sobre tus manos.

Se que tú no vas a contabilizar mis infracciones.

 

En tus manos, donde brota la vida de la arcilla primera, seca y estéril.

En tus manos donde surge la resurrección,

me siento tan pobre y tan desfallecido!

Tu revelas y anuncias ahí tu poder.

 

Jesús,  tu no quisiste descender de la cruz,

Tu preferiste ponerte en las manos de tu Padre.

Todo lo toleraste con tal de estar en su corazón.

Y al ponerte en sus manos

nos muestras el amor a tu Padre, la confianza,

el poder de devolver la vida a lo más hundido.

 

En este abandono nos muestras

la presencia de un reino que no es de este mundo

y el poder de Dios Padre.

En este abandono reencontramos la verdad de nuestro ser.

Se adivina tu bondad que merece toda entrega.

Si algo me anima a hacer esto es ver tu puerta abierta,

tu costado abierto, tu casa abierta, tu puerta de par en par.

Brazos abiertos, y que no pides documentación al que al llegar.

Y a este gesto de confianza añades tu mesa

a la que nos invitas a sentarnos en derredor,

unos junto a otros, 

todos junto a ti.

 

Fr. José F. MORATIEL

 

 

 

 

 

El P. Moratiel envió este poema sin fecha a un convento de dominicas. Fue escrito cuando la Escuela del Silencio ni tan siquiera era un proyecto de futuro, pero su autenticidad se hace patente por una dedicación escrita de su puño y letra. Como origen escribe "Dominicos Pamplona".

Hemos mantenido incluso un error mecanográfico en uno de los últimos versos cuando escribe "al llegar" donde posiblemente debería haber sido "y que no pides documentación al que llega".