BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA |
de la vida del Padre Moratiel Leída en el funeral por el Padre Antonino P. José Fernández Moratiel. Nació en Santa Olaja de Eslonza, provincia de León el día 17 de marzo de 1936, en el seno de una familia profundamente cristiana. Sus padres Arsenio y Cándida, entrañables, acogedores, sobrepasaron los 90 años.
José (o Pepe, como le llamaban en familia) ingresó a los trece años (1949) en la Escuela apostólica de Corias (Asturias) donde cursó los cinco años de estudio que a la sazón se exigían para acceder al Noviciado. El año de Noviciado que se iniciaba con la imposición del hábito de la Orden, transcurrió en el Convento de San Pablo de Palencia, en el curso 1954-1955, año en que hizo su consagración al Señor y a la Iglesia como Dominico. Se trasladó al convento de Las Caldas de Besaya para cursar los estudios de filosofía y al término de los mismo hizo su profesión solemne el año 1958 e inició los estudios de teología en el convento de Salamanca. Cinco años fecundos, como la semilla que cae en tierra buena y va fortaleciéndose en su raíces, años en que maduró y se enamoró de la fraternidad dominicana anhelando llegar a lo que llevaba ya en su corazón, la gran fraternidad evangélica, acercarse a todos con un corazón grande de “hermano” (ya en la Comunicad se le conocía como “el hermano”). El año de 1962 fue el año de su ordenación sacerdotal y el año 1963 salió ya destinado a ejercitar su alma de apóstol a través de la predicación. Una primera y corta experiencia en Valladolid, regreso a Salamanca para colaborar en la formación como ayudante del P. Maestro de estudiantes y, por fin, en 1968 llegó a Pamplona que ha sido su convento hasta el momento de su muerte.
Y aquí debería parar porque hay aquí muchas personas que le conocen desde su primeras andaduras en esta ciudad de Pamplona, su sencillez, su entusiasmo y su entrega a vivir todos y cada uno de los problemas de los amigos que ha ido encontrando en su quehacer de cada día. No cito nombres, pero sé de muchos que han vivido hondamente su amistad y han participado de la paz y serenidad que él trasmitía. Aquellas vivencias en las reuniones familiares, aquel reunirse para preparar una liturgia dominical con unos comienzos muy sencillos fueron dando paso a lo que después vendríamos en llamar ”escuela del silencio” y que hoy después de treinta años siguen todavía viviendo de aquel impulso que él logró plasmar en sus corazones. Durante un tiempo tuvo que compaginar esta tarea apostólica con el servicio a la Comunidad en el oficio de Superior, pero de la que deseaba verse libre porque su alma apostólica veía que necesitaba de libertad para llevar fuera de las fronteras de Navarra lo que él sentía en su interior. Y a partir de ese momento no hay límites para su actuación. Todas las regiones de España y América han sentido el contagio de su voz calmada invitándoles a entrar dentro de sí mismos y hallar allí la fuente del gozo verdadero: “el silencio como seducción de lo absoluto”.
Han sido muchos años de una actividad incansable recorriendo todos los rincones de nuestra patria sin saber negarse a cuantas peticiones le llegaban. Los “sensatos” le insistíamos sobre la necesidad de poner un límite a su actividad, especialmente desde que experimentó los primeros avisos de su corazón fatigado. Siempre decía que sí, pero era más fuerte su deseo de darse con toda su fuerza vital. Hasta que dos operaciones muy graves de corazón le obligaron a entregarse a lo que tanto había predicado: “si me buscáis, buscadme en vuestro silencio, en el silencio de vuestro corazón. Ahí me encontrarás”.
La última operación de corazón el día 3 de noviembre de 2005. En uno de sus últimos mensajes dirigido, como siempre lo hacía con motivo de la Navidad, a sus muchos grupos de oración decía: “Tengo la sensación de que otro u otros han vivido esta cirugía por mí, porque yo no he sentido dolores, no he tenido necesidad de ningún analgésico y todo se va restableciendo sosegadamente”.
En enero pasó la revisión médica; le encontraron muy bien. Le animó mucho y le despertó el ansia de iniciar cuanto antes su actividad que estaba ya programada. Pasó unos días con sus hermanos en León (¿le daría Dios a entender la conveniencia de esa despedida?) quiso tener unas charlas, una semana de oración intensiva “Entrenamiento intensivo del silencio”. Fue el regalo que nos proporcionó a nuestra Comunidad y a cuantos le seguían con entusiasmo en su línea de operación. Partió para Málaga, a descansar unos días y salir de allí a Sevilla para iniciar el periplo de su actividad. Se encontró en el camino con el Señor que le dijo: “Basta. Ven al banquete de tu Señor”. El día 8 de febrero un paro cardíaco le alejó de nosotros y el día 12 el Señor le abrió las puertas del cielo.
Nos queda el ejemplo de su vida, los libros en que nos deja su mensaje y, sobre todo, toda esa pléyade de seguidores/as animado de su espíritu en el amor al silencio que serán levadura de esta nuestro sociedad a la que tanto ha amado nuestro P. Moratiel. |