Santuario

de Nuestra Señora

de la

PEÑA DE FRANCIA

 

 

37620 EL CABACO (Salamanca) España

Apartado, 17 - SALAMANCA

Telf. 923 164 179 - Móvil 610 075 589

 

santuariopdefrancia@gmail.com

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ÍNDICE DE CONTENIDOS

Sección de Vídeos

 

El “Guardián”, pero no entre el centeno

                                                                       Haz el bien y no mires a quién

 

 

El huidizo J. D. Sallinger escribió “El guardián entre el centeno”, que fue su modo de atacar la hipocresía del momento. Queda lejos su primera edición, 1951. Fue una novela que había que leer y así no olvidarnos de ese extraño escritor que no concedía entrevistas y pasó desapercibido hasta que la popularidad lo obligó a encerrarse huyendo de la gente.

En la Peña de Francia también hay un fraile dominico “guardián”. No se parece al de Sallinger, ni se mueve entre el centeno. Su trabajo pasa desapercibido. Hay algo que los iguala: la discreción. En la Peña nadie pregunta porqué todo está dispuesto, preparado; quién hace que todo el mecanismo de un santuario tan famoso, esté en activo cuando no se ven personas realizando ningún trabajo. Para él el trabajo comienza temprano para saludar al Señor e iniciar la tarea.

 

Al llegar al Santuario descubrimos que todo está preparado, listo, puntillosamente cuidado. Alguien, casi de forma desapercibida, se mueve, coloca, limpia, dispone todo y, cuando van llegando los visitantes al Santuario de la Virgen de la Peña de Francia, todo está en su sitio, limpio; las velas consumidas han desaparecido, los papeles que alguien dejó caer han sido recogidos, el manto de la Virgen debidamente colocado para cuantos desean subir al camarín a besarlo con unción.

 

Así transcurren muchas horas del día y todo ello hecho de forma discreta, sin ruido ni alharacas, pero realizado puntillosamente. Al bajar del Santuario nadie se ha dado cuenta de nada, tampoco han preguntado, cómo se mantiene todo en su debido orden y atendido de forma tan natural. ¿Milagro? No, el dominico “guardián” ha realizado su trabajo silenciosamente.

 

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¿CRUZ DE UNAMUNO O CRUZ DEL PEREGRINO?

 

 

¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza! Jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor y en fruto. ¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza con un peso tan dulce en su corteza!

(De la liturgia de viernes santo).

 

La llegada a la Peña de Francia tiene un momento que, los que somos de estas tierras, sabemos valorar. Hace algunos años, justo en el Balcón del Fraile, el ingeniero de caminos decidió acometer una obra sorprendente: romper la montaña y así eliminar una curva peligrosa. Ahora la carretera cuenta con esa curva más espaciosa y nos lleva directamente hacia el santuario, evitando el riesgo de encontrarse dos vehículos en un espacio muy reducido donde resultaba difícil maniobrar.

 

Sobre esa curva tan necesaria, hay una serie de rocas milenarias, que pocos se atreven a escalar. Allí, en el extremo de ese roquedal, se yergue una cruz de hierro, sencilla, una simple cruz que pocos descubren. La mayoría corre a llegar cuanto antes a las alturas donde se respira un aire puro y se admiran unas vistas inusuales. Allí queda la cruz de Unamuno, ignorada por la mayoría. Nadie la observa, todo el mundo la deja de lado.

 

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