EL FUEGO HA BORDEADO LA
PEÑA DE FRANCIA
Los informativos de
televisión han mostrado
durante
el mes de julio imágenes desoladoras de una parte del paisaje
que se contempla, sorpresa y admiración, desde la Peña Francia.
Tras dejar atrás la llanura acercarnos al pie de la montaña,
habiendo superado El Cabaco, vamos descubriendo un paisaje que
contrasta con esa llanura árida donde solo crece la encina. De
repente, aparece un paisaje boscoso, donde el roble, el pino y
el brezo, arropados por los helechos, van dando a la subida a la
Peña un tono sorprendente. El bosque ha crecido airoso y esa
subida se convierte en un descanso para la vista que va buscando
entre los árboles el Risco donde se asienta el Santuario. Allí
está la imagen de María que, desde tiempos antiguos, atrae a los
hombres para encontrarse, más fácilmente, con lo sobrenatural.
Todo ese bosque que nos acompaña en la subida es un escenario
frágil, expuesto a las inclemencias del tiempo y a la insensatez
de las personas. En cualquier momento puede quedar arrasado y
convertirse en un bosque fantasmal. Es lo que nos ha recordado
este mes de julio.
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Mira,
allí está… mi pueblo.
Y encima de nosotros,
el sol… igual para todos
Con brazo extendido, señalador y entusiasta, muchos de los que suben a La
Peña son vecinos de los pueblos aledaños que desde arriba se ven minúsculos.
Aunque no se vean bien, lo que importa es el entusiasmo y querencia por lo
suyo. Por la noche, el paisaje se impregna y se motea de pequeños núcleos de
luces…y al fondo, muy al fondo, en noches diáfanas, siempre refulgente, el
resplandor de Salamanca. Y viene a la memoria el largo poema de Unamuno;
hemos de conformarnos con la 1ª estrofa:
Alto soto de torres que al ponerse
tras las encinas que el celaje esmalta
dora a los rayos de su lumbre el padre
Sol de Castilla;
bosque de piedras que arrancó la historia
a las entrañas de la tierra madre,
remanso de quietud, yo te bendigo,
¡mi Salamanca!
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