Hay palabras como la que
encabeza hoy nuestra Hoja de la Peña, que han caído en desuso hace años, de
tal manera que no sería extraño que para algunos de los más jóvenes de las
nuevas generaciones les sean hasta desconocidas, o simplemente pasen de
ellas con cierto desdén: Austeridad ¿Y eso qué es?.
Aún quedan mujeres y
hombres de aquellos años todavía no muy lejanos, en cuyos hogares se
aprovechaba todo, no se tiraba nada, se gastaba sólo lo necesario... Son
testigos, asombrados y a veces resignados de la nueva sociedad, empezando
por sus propias familias. Reconocen que no hay que volver a los tiempos
pasados donde se pasaron muchas carencias y necesidades... Pero no acaba de
entender lo que están viendo en sus hijos o en sus nietos. Hoy, dicen, se
derrotan las cosas, se desperdician las comidas, se gasta el dinero sin ton
ni son, se vive de capricho... Y concluyen: los apuros y estrecheces
de antes no eran buenos, pero el derroche y el gastar sin sentido de ahora
tampoco lo es.
Aunque con cierta timidez
los responsables más honrados de nuestra sociedad empiezan a avisar que el
desmadre del consumismo, habrá que empezar a moderarlo, porque
Nuestra Madre Tierra ya no puede ser más generosa de lo que está siendo,
y porque una buena parte de seres humanos -dicen que las dos terceras
partes-, malviven, sin un mínimo de comida, de agua, de higiene, de
medicamentos... y claro, mueren antes de tiempo.
Recientemente han sonado
con más fuerza las alarmas, porque una mayoría de ese grupo de personas que
malviven están a punto de saltar las cercas de la miseria, queriendo
incorporarse a la buena vida de los privilegiados. Y claro, ya se
empieza a decir, que sin van a consumir con el mismo despilfarro, con que lo
hacemos en las sociedades de lo que se llama el primer mundo, haría falta
otro planeta tierra, porqué éste ya no dará de sí para tantos derrochadores.
Antes de que sea tarde, y
nos sigan aburriendo de miedo los medios de comunicación con estadísticas
nefastas, habrá que ser valientes y recuperar el sentido austero de la vida,
liberándolo de sus connotaciones negativas... Porque una austeridad bien
llevada, dignifica al ser humano, le hace más libre, más solidario, más
pacífico y hasta más feliz. Eso también lo dicen una buena parte de nuestros
buenos ancianos: antes sin tantas cosas éramos más felices que ahora que
no les falta de nada.
Por si acaso esto fuera
poco, los creyentes haríamos bien en tomarnos más en serio aquellas palabras
de Jesús: "Ay de vosotros, ricos, porque ya habéis recibido vuestro
consuelo! ¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis
hambre!" (Lucas 6,24-25). Y María de Nazaret, Nuestra Señora, cantó: "A
los hambrientos los llenó de bienes y a los ricos los despidió vacíos"
(Lucas 1,55).
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