"LA HOJITA"  Junio - 2.006

En el N. 41 que corresponde al mes de Junio de 2006 se incluye, en portada, el siguiente artículo:

"LA FIESTA DEL PUEBLO"

La Fiesta del Pueblo, era par alas mujeres y hombres de nuestros campos, el espacio de tiempo sagrado, alegre y distendido, que culminaba la vida de todo un año de duros trabajos con la tierra y con la vida. Todos estaban convocados e invitados; también los que habían salido a buscar trabajo a otras provincias en incluso al extranjero. No se podía faltar a la Fiesta del Pueblo a no ser por causa mayor.

 

Ya un mes antes sin que nadie lo mandara, los vecinos blanqueaban las fachadas de sus viviendas por rústicas y humildes que estas fueran; las mujeres sacaban sus austeros ahorros de algún lugar oculto de la cómoda antigua de la habitación grande, para ir a comprar vestidos estampados para las mozas, camisas blancas con pantalón de pana negro para los hombres, para los abuelos alguna boina, y para los niños zapatos nuevos, que hacían juego con las medias y calcetines que las abuelas y madres habían ido tejiendo junto a la lumbre de leña del prolongado invierno.

 

Se preparaban dulces, asados, y postres caseros; el vino y el aguardiente se iba a buscar a un pueblo de la sierra porque se sabía que era de garantía, sin química; se traían vaquillas y se contrataban en la ciudad a cuatro músicos (acordeón, batería, trompeta y clarinete), que tocaban a diana a primera hora de la mañana, pasacalles durante el día, y al caer la tarde pasodobles, valses, boleros y jotas.

 

Ni que decir tiene, que el momento central de la fiesta estaba en la Misa Mayor, en que se cantaba por todo la Misa de Angelis, y en la que predicaba un orador de fama, ensalzando las glorias y favores de la santa o el santo patrón; y luego la procesión por las calles del pueblo mientras un concejal del ayuntamiento de vez en cuando enviaba un cohete al cielo.

 

La Fiesta del Pueblo era un tiempo de encuentro amistoso con los pueblos cercanos, una reunión gozosa de las familias, de los amigos y de las nuevas parejas... También es verdad, que no faltaba alguna pelea con los mozos del pueblo vecino por ingenuas rivalidades, o porque algunos se pasaban en la bebida..., pero los incidentes, por lo general, no pasaban a mayores. La fiesta se vivía con alegría, sana y sencilla. Las gentes ya de más edad se despedían de los más jóvenes al terminar la fiesta del pueblo con cierto aire de pena: hasta el año que viene si Dios nos da salud.

 

Pensamos que en Caná de Galilea, en Nazaret, en Emaús, en Betania..., no serían muy diferentes las fiestas a las de nuestros pueblos de antaño, y que María, José y Jesús, compartirían las alegrías sencillas de las gentes humildes con verdadero entusiasmo, disfrutando de la comida, de la música y de los cantos, con sus parientes, vecinos y amigos. La Fiesta del Pueblo: una alegría y un aliento en nuestra peregrinación a la gran fiesta de Dios-Padre a la que todos estamos invitados.