"LA HOJITA"  Septiembre - 2.006

En el N. 42 que corresponde al mes de Septiembre de 2006 se incluye, en portada, el siguiente artículo:

"LAS HORMIGUITAS HUMANAS"

En el viaje de regreso de la visita que hemos hecho recientemente a nuestra antigua parroquia de Quillabamba en las añoradas tierras peruanas, tuvimos que cruzar una de las hermosas cumbres andinas situadas a más de cuatro mil metros de altura. Fácilmente el sonido de la camioneta en que viajábamos se hizo sentir en el profundo silencio que envuelve a estas grandiosas montañas.

 

De repente de una de las escasas y pobres viviendas que rompen la monotonía de las solitarias punas, aparecen dos niñas adolescentes y dos pequeños chiquillos entre cuatro y seis años, con el rostro quemado por un sol tropical, que apenas encuentra obstáculo alguno en su camino para iluminar la inmensidad de la cordillera andina. Estos niños, que desde su entrada en la vida conviven con las dificultades del duro clima que se respira en las alturas de cuatro mil metros, han tenido también que aprender desde su nacimiento a subsistir en la vida con lo estrictamente imprescindible...

 

La camioneta se ha detenido, pues Fedia, nuestra amable y valerosa conductora, conoce, ama y ayuda a este pequeño grupo de olvidados seres humanos. Uno de los pequeños, llamado Wilfredo, tiene lastimada su nariz por lo que Fedia decide llevárselo a Cuzco, relativamente cerca del humilde hogar de Wilfredo, -ciento treinta kilómetros aproximadamente-, este pequeño hijo de las cumbres andinas, no conoce más que los hermosos nevados de las montañas, los cielos limpios y transparentes que se contemplan en estas grandes alturas, los rebaños de ovejas y llamas que pastorea desde los tres años, y poco más...

 

Al llegar a Cuzco, Wilfredo descubre asombrado un mundo enteramente distinto en el que hasta ahora ha visto en su corta vida: multitud de seres humanos que caminan de una parte para otra sin detenerse..., Wilfredo en su lenguaje quechua sólo acierta a exclamar: "son como hormiguitas".

 

No le falta razón al pequeño Wilfredo, al decir que los seres humanos "somos como hormiguitas" que vamos caminando por la vida en continuo movimiento. Pero Dios quisiera, que al maravilloso instinto de esos insectos que les impulsa a trabajar en una admirable y generosa organización, nosotros añadiéramos el privilegio de nuestra inteligencia, regalo del Creador al ser humano.

 

Debiéramos detener nuestra acelerada existencia al comenzar nuestra jornada diaria para reflexionar y hacernos preguntas como éstas: de dónde vengo, hacia dónde camino, qué sentido tiene la vida, da lo mismo hacer el bien que el mal, etc. Porque sino Wilfredo, que debe salir cuanto antes de su gran pobreza material, acabaría sumergiéndose en una pobreza espiritual mucho más profunda, donde no tendría tiempo para rendir culto, como lo hicieron sus antepasados, al Misterio Trascendente, manifestado en la majestuosa altitud de sus montañas, y en los sorprendentes amaneceres y bellas puestas de sol, que se despiertan y sosiegan la vida de cada día en las entrañas de las montañas andinas.