Al Buen
Dios, que le gusta hacer sus obras en silencio,
amaneceres y puesta de sol con serena
tranquilidad y sosiego..., le
complace relacionarse con los seres humanos discretamente, escogiendo para
sus proyectos mujeres y hombres, insignificantes, sin apariencia humana
alguna... Ya lo decía el apóstol Pablo de los primeros cristianos: "Fijaos
en vuestra asamblea: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos
poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo
ha escogido Dios para humillar a lo fuerte. Aún más, ha escogido la gente
baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que
cuenta..." (1 Cor 1,26-28)
María la elegida para ser Madre del
mismo Dios, pertenecía a ese grupo de gente anónima e insignificante. Vivía
en una pequeña aldea de Palestina de no muy buena fama, Nazaret, de
tal manera que cuando a Natanael su amigo Felipe le invitó a ser discípulo
de Jesús él contestó con cierto escepticismo: "¿De Nazaret puede salir
algo bueno?".
No es de extrañar que esta circunstancia
también influyera en el ánimo de la joven María, que se vio sorprendida y
hasta conturbada en verse habitada en sus entrañas y en su espíritu
por la presencia del mismo Dios. No tardó mucho, sin embargo, en alejar para
siempre los temores de su insignificancia y del poco prestigio del lugar
donde vivía: "No temas María...", escuchó en lo más profundo de su
espíritu..., y la Fortaleza del Amor se asentó para siempre en su
existencia. Fue cantando por la vida que el Señor había puesto los ojos
en los humildes, en los hambrientos, dejando de lado a los soberbios, a los
potentados, a los ricos...
Hoy día que parece que la Iglesia está
perdiendo prestigio, poder, autoridad... dentro de nuestra
secularizada sociedad española, quizás no debiéramos lamentarnos tanto, ni
buscar posibles enemigos causantes de esta situación... Mejor sería que nos
mirásemos más a nosotros mismos, para preguntarnos si tenemos espíritu de
María de Nazaret, y como ella somos insignificantes, humildes, pobres..., y
si hemos sido penetrados por el soplo de la fortaleza del espíritu de Dios.
En las palabras de despedida de Jesús a sus discípulos, hay como un eco de
las que oyó María de Nazaret cuando asumió la maternidad de Jesús, el Hijo
de Dios: "En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo que yo he vencido
mal mundo!" (Juan 16,33)
|
Desde la cumbre austera, fuerte y bella
de la Peña de Francia, donde se asienta el Hogar Grande de Nuestra Señora
que acoge a los humildes y sencillos, nos unimos a todas las buenas gentes
que se alegran en el aniversario del Nacimiento de Nuestro Señor
Jesucristo. Él es nuestra fortaleza, nuestra esperanza... Ella, María de
Nazaret, su madre y nuestra madre, el aliento y el ánimo para no
desfallecer en nuestra peregrinación por la tierra. ¡Feliz Navidad! |