Un año más se
aproximan las fiestas navideñas y nuestros mejores deseos y saludos estarán
impregnados durante este tiempo de felicidad: felices pascuas,
felices fiestas, feliz año nuevo… deseos de felicidad que haremos
presentes, con obsequios, comidas, fiestas, espectáculos de toda índole,
según como cada uno de nosotros entienda, eso que llamamos pasarlo bien.
Los medios de comunicación consumistas aprovecharán la oportunidad de estas
fiestas para hacernos ofertas de felicidad a destajo…
Ser Feliz,
es el deseo innato, más profundo e irrenunciable de cualquier ser humano.
Todo lo que hacemos, trabajamos, luchamos y nos sacrificamos en la vida es
por alcanzar la mayor cota de felicidad, que casi siempre suele estar un
paso más allá de donde nos encontramos en el momento presente: cuando me
case, cuando tenga una casa, cuando consigo un puesto de trabajo digno y
estable, cuando encuentre a alguien que me quiera de verdad, cuando salga de
esta enfermedad, cuando me libere de este ambiente familiar o social, etc…
Pero los momentos, digamos de “felicidad plena”, suelen ser limitados, y
pronto aparecen en el horizonte de nuestra existencia otros nuevos deseos
de felicidad.
Desde aquí también
queremos contribuir a la felicidad de nuestros lectores a través de dos
testimonios de garantía: Vicente Lebbe y Etty Hyllesum. El primero sacerdote
misionero de la primera mitad del siglo pasado en China, que pasó toda una
serie de pruebas y grandes dificultades. En una de sus cartas dejó escrito
los siguiente: “¿Sabéis mis queridos hijos, cuál es el mejor medio de
estar siempre alegres y de sentirse felices? Pues… serlo. Se es feliz como
se lava o se peina uno. El proverbio chino dice: <<Uno es artífice de su
dicha o su desdicha>>… No hay lugar en las misiones para los pesimistas,
para los intratables, ni para aquellos buenos soñadores que necesitan de
esto o de aquello, y esto incluso para estar de buen humor o encontrarse en
forma. Sin lo cual les falta el valor”.
El otro testimonio
sobre la felicidad nos lo ofrece Etty Hillesum, la judía holandesa que pasó
sus últimos meses en un calamitoso campo de concentración nazi antes de ser
deportada para morir en Auschwitz. De ella son estas palabras de claro sabor
evangélico: “La fuerza, el amor y la confianza en Dios que tenemos en
nosotros mismos y que en estos últimos meses crecen tan maravillosamente en
mí, tenemos que mantenernos constantemente dispuestos a compartirlos con
todo lo que se cruce, aunque sea por casualidad en nuestro camino y los que
necesite… Hay que elegir: pensar en nosotros mismos sin preocuparnos de
los demás, o distanciarnos de nuestros deseos personales y entregarnos.
Y para mí, esta entrega de uno mismo no es una resignación, un abandono a la
muerte. Se trata más bien, de sostener la esperanza donde me sea posible y
donde Dios me ha puesto”.
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Desde este Hogar Grande, que es el Santuario de
Nuestra Señora de la Peña de Francia suplicamos a Jesús, María y José, que
se acojan en el pequeño hogar de nuestro frágil corazón. Estamos
seguros que con su presencia en nuestras vidas, podemos ofrecer la bondad,
la sencillez, la generosidad, que tanto necesita el mundo en que vivimos.
Esta es la oferta de Felicidad, que os deseamos a todos los peregrinos de
buena voluntad que acudís al Santuario para implorar la protección de
Nuestra Señora. |