Hasta en los hogares más sencillos hoy
día suele haber dos televisores, aunque sólo sea para evitar alguna que otra
discusión, sobre si es preferible ver el programa deportivo o la telenovela
de turno. Pues bien, aquí en la Peña de Francia hay también dos televisores,
o si se quiere, dos cadenas de televisión con programas especialmente
atractivos... Pero eso sí: las dos cadenas sin desleal competencia y en
una perfecta y hermosa armonía.
El primer televisor goza de una pantalla
panorámica gigantesca de alta fidelidad... Nos referimos al inmenso
horizonte, que contemplamos desde el mirador privilegiado de la Peña
de Francia. En anteriores reflexiones hemos escrito sobre los bellos
amaneceres y puestas de sol. Hoy queremos dejar constancia también, de las
noches serenas en que se pueden contemplar una multitud de relucientes y
misteriosas estrellas, asentadas en un inmenso y profundo tapiz del misterio
de una noche silenciosa. Otras noches, la Peña es iluminada por la luz
plateada de una luna en plenitud. ¡Hermosa luna, cantada por los
poetas y que tantos misterios e influencias silenciosas tiene sobre la
tierra! Otras ¡cómo no!, la naturaleza nos da a entender la pequeñez de lo
que somos a través de desatadas borrascas y tormentas... Y otras en fin,
envueltos en niebla, nos sumimos en la añoranza y el deseo de reencontrarnos
con los mejores sentimientos y deseos de nuestras vidas, casi siempre en
estado de espera o de esperanza.
El segundo televisor, es por el
contrario muy pequeño, se puede decir que casi invisible. Probablemente es
más difícil de sintonizar que con el anterior. Se trata de mirar en nuestro
propio interior para descubrir la huella más bella que Dios ha dejado de su
presencia en nuestra existencia. "Dentro de mí -escribía Etty Hillesum la
judía holandesa inmolada en los campos de Auschwitz- hay un pozo profundo. Y
aquí dentro está Dios. A veces me es accesible. Pero a menudo hay piedras y
escombros taponando ese pozo, y entonces Dios está enterrado. Hay que
desenterrarlo de nuevo".
Para sintonizar con esta pequeña y
hermosa pantalla interior, tenemos que dejarnos penetrar de un gran silencio
y una soledad profunda; hacer callar a nuestros alborotados sentimientos
exteriores. La cumbre solitaria de la Peña de Francia es un lugar
privilegiado para encontrarse con lo mejor de uno mismo, con los mejores
sentimientos de nuestra alma. Cuando uno logra sosegar el espíritu, y
descubre el sentido verdadero de los acontecimientos de la vida, alcanza
cotas de libertad y de paz que no las cambia por nada ni por nadie. Es el
mejor y más auténtico reportaje que podemos tener el privilegio de ver y
experimentar.
Quisiéramos aportar a lo dicho, unas
palabras de S. Anselmo, que de estas cosas sabía mucho: "Ea, hombrecillo,
deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo,
lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones
agobiantes; aparte de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a
Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de
tu alma; excluye todo excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y
así cerradas todas las puertas, ve en pos de él. Di, pues, alma mía, dia a
Dios: <<Busco tu rostro; Señor anhelo ver tu rostro>>".
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