En el evangelio apenas hay
relatadas siete breves frases que pronunció María de Nazaret. Poco más o
nada menos, son las intervenciones públicas de la madre de Jesús, el Hijo de
Dios, recogidas por los evangelistas. Esto nos da a entender, que la
presencia de María en la vida de su hijo Jesús, aunque intensa, fue
discreta, servicial, austera…, como no podía ser otra manera en una mujer
perteneciente a l pueblo más sencillo y llano. Pero a pesar de esta escasez
de datos, y de que la vida de María transcurrió ya hace más de dos mil años,
hemos encontrado en las mujeres más sencillas de nuestros pueblos una fuente
de inspiración, para tener una idea aproximada de lo que pudo ser el
quehacer diario de la vida de María de Nazaret.
Pensamos, humanamente hablando,
que la manera de ser y actuar de las mujeres de nuestros pequeños pueblos,
no debió ser muy distinta al estilo de vida de aquella humilde mujer de una
aldea palestina, que el buen Dios escogió como madre suya. Nos vienen a la
cabeza innumerables nombres de mujeres, que han sido el alma, la vida y la
fuerza de muchos hogares sencillos, y que también han pasado desconocidas
para la sociedad de su tiempo, e incluso en ocasiones dentro del mismo
entorno familiar.
No le falta razón a la sociedad
de hoy para tratar de reparar las múltiples injusticias y olvidos, que se
han cometido con la mayoría de ellas… Pero con el mismo interés que se
quieren enmendar esos olvidos y marginaciones, se deberían asumir y tener
presentes una serie de incuestionables valores, que nos han transmitido
estas grandes mujeres con su actitud ante la vida, y que desafortunadamente
están siendo relegados y poco a poco cayendo en desuso.
Podríamos intentar hacer un breve
resumen de los principales valores de sus vidas: Disponibilidad total.
Siempre han estado en la primera línea de los acontecimientos de la vida
familiar y de los pueblos. Lo mismo preparaban las fiestas que los duelos;
eran las primeras en animar los bailes y alegrías familiares y populares, y
también las primeras en atender a los enfermos y ancianos.
Gran austeridad.
Han sido las grandes administradoras de la casa familiar en donde todo se
aprovechaba. El pan y los alimentos eran benditos y nunca se
desperdiciaban. Una vez al año con motivo de las fiestas iban a la ciudad
para renovar el ajuar de la familia. Sin caer en tacañería alguna, y por
supuesto siendo generosas, en los hogares únicamente se gastaba lo
necesario, ya que siempre había que hacer frente a algún acontecimiento en
la familia, previsto o inesperado, como las vidas, las enfermedades, malas
cosechas, estudios de los hijos….
Fortaleza de espíritu.
Asumían todos los problemas de la familia sin perder la cara a la vida.
Inteligentes consejeras de sus maridos, paños de lágrimas de los problemas
de los hijos, y legítima y discretamente orgullosas de sus éxitos. Cuando
llamaba el dolor o la muerte a la puerta de sus casas, siempre las
encontraba De Pie, como la Madre Dolorosa del Monte Calvario.
Podríamos decir que estas santas
mujeres: MARÍA, Esperanza, Josefa, Teresa, Ángeles…, que olvidándose de si
mismas han vivido siempre para los demás. Quizás ahí ha estado el secreto de
su felicidad y de la paz con que ha transcurrido su existencia. Ellas, como
María de Nazaret, la madre de Jesús y Madre nuestra, han sido las mejores
mensajeras de la Presencia de Dios entre nosotros. |