Un gran
número de creyentes cristianos celebrarán las fiestas de Navidad
reunidos en familia con sus seres más queridos con una gran paz, una
alegría serena y una esperanza fuerte. Recordarán que bajo los
ingenuos y entrañables gestos de un niño indefenso, nació Jesús, el
Salvador de los seres humanos, en una pequeña aldea palestina de una
familia pobre. En estos últimos años, ha aumentado el número de
mujeres y hombres de nuestra sociedad, que alejados y distraídos por
los ansiosos deseos de una felicidad inmediata y efímera, vivirán
las fiestas navideñas, ajenos e ignorantes, a este sencillo y
trascendental acontecimiento para las gentes de buena voluntad…
Y sin
embargo, los seres humanos, seguimos necesitando un Salvador que
Trascienda nuestros límites, nuestras carencias. A pesar de los
admirables logros y éxitos conseguidos por la inteligencia humana,
que debieran ayudarnos a ser más felices, no salimos de apuros,
agobios o miedos… Hasta el presente no hemos sido capaces de
acabar, ni con el disparate y la irracionalidad de las guerras,
ni con la perniciosa, ni endémica pobreza de millones de seres
humanos, ni con las barreras y abusos de los más fuertes sobre los
más débiles…
Para
completar nuestras dudas sobre las limitaciones e insuficiencias de
nuestra aldea terrestre, desde hace unos meses ni siquiera
los que vivimos atrincherados en los países “económicamente
fuertes”, nos sentimos tan seguros como antes. El artificio
edificado sobre el poder del dinero, se nos ha comunicado que puede
venirse abajo más fácilmente de lo que creíamos, con consecuencias
difícilmente previsibles que no queremos ni imaginar. Parece como si
la Moderna Torre de Babel, levantada con tanta
autosuficiencia y engreimiento por los moradores de la tierra,
tuviera profundas grietas, con el peligro de venirse abajo en
cualquier momento, a causa del egoísmo y la avaricia humana,
según dicen las cabezas pensantes más sensatas.
La historia
bíblica, llena de señalados encuentros y graves olvidos del pueblo
hebreo para aquel Dios, que tantas veces le había acompañado y
fortalecido en la búsqueda y encuentro de los caminos de la
libertad y de la paz, no es tan extraña a los acontecimientos de
nuestros tiempos. Algunos, estos días hemos tenido la sensación de
que la humanidad estuviera padeciendo una especie de orfandad y
desamparo, que no sabe que rumbo tomar, ni de quien fiarse…
Nunca mejor dicho que ahora: tenemos la moral por los suelos,
porque quizás hemos dejado muy a la ligera, cualquier referencia a
una conciencia recta, que se preocupe, ante todo y sobre todo, de
hacer el bien y evitar el mal, porque hay un Dios Padre que está
pendiente de que los seres humanos tengan entrañas de misericordia.
Una vez más
hemos constatado la fragilidad y limitación del ser humano, que
camina hacia la luz en medio de innumerables horizontes oscuros.
Necesitamos tomar aliento en la existencia diaria, y clamar con
fuerza como lo han hecho los mejores protagonistas de nuestra
historia huma: ¡Señor date prisa en socorrernos! ¡Ven pronto
Señor!
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