"LA HOJITA" junio - 2.010

En el N. 57 que corresponde al mes de Junio de 2010 se incluye, en portada, el siguiente artículo:

“SABER ESPERAR…”

 

 

Después de este duro y prolongado invierno, y en que parece que al fin poco a poco se va haciendo presente la ansiada primavera, nos vienen a la memoria los entrañables versos, que Antonio Machado dedicó a su amigo José María Palacio: “En la estepa del alto Duero, primavera tarda, ¡Pero es tan bella y dulce cuando llega!..”  

 

Se suele decir que la naturaleza es fiel reflejo de los diferentes estados anímicos del ser humano: hay días de sol, de luz, en que miramos la vida con optimismo, y en los que tenemos ánimo para enfrentarnos a todo... Por el contrario hay días de niebla, de oscuridad en que apenas vemos horizonte alguno en nuestras vidas y nos faltan las fuerzas para cualquier cosa. A propósito de estos días difíciles, el P. Segundo Llorente, santo misionero jesuita en las inmensas soledades de Alaska, escribía lo siguiente: “Hay días de Tabor y días de perros, en los que no sabe uno si está poseído por el demonio o si es que lo va a estar, por más que allá en la médula de los huesos del espíritu confía uno que no lo va a estar…”.

 

Lo importante en los tiempos oscurecidos por la enfermedad, los fallos personales, la lucha por la vida…, es no perder la fe y confianza en el buen Dios. Con cierto humor escribía el P. Llorente desde su retiro en las heladas tierras árticas: “Mientras escribo esta carta azota las ventanas de mi vivienda una tempestad de nieve que nos viene alegrando la vida todo este mes. Vivo pared por medio del Sagrario. La nieve como el sol son lo mismo para mí; es decir, me esfuerzo a que sean lo mismo” .

 

Podríamos completar estas palabras con las del santo trapense, el Hermano Rafael, que ante un cúmulo de pruebas físicas y espirituales, vivió una intensa vida espiritual que ha quedado sintetizada en dos palabras que resumen su ánimo interior: Saber Esperar…

 

Saber esperar después de un largo invierno, a que llegue esa hermosa primavera que tan bella expectativa causaba en el poeta Antonio Machado: “¿Está la primavera vistiendo las ramas de los chopos del río y los caminos…? ¿Tienen los viejos olmos algunas hojas nuevas…? ¿Hay zarzas florecidas entre las grises peñas y blancas margaritas entre la fina hierba…? ¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas? ¿Tienen ya ruiseñores las riberas…?”  

 

Saber esperar, sobre todo, -y con gran anhelo y confianza-, a la última y más bella de todas las primaveras en donde habrá: “… otros cielos nuevos y otra tierra nueva en que tenga su morada la justicia”  (II Pedro 3, 13). Ese cielo nuevo y tierra nueva “en que se enjugarán las lágrimas de los ojos, y la muerte ya no existirá más, no habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado” (Apocalipsis 21, 1-4).